La fraternidad es una dádiva y un don del amor
paternal de Dios, porque se hace posible por la entrega de Cristo por nosotros.
Debemos pues al Señor, quien se ha sacrificado por nosotros, la posibilidad y
la realidad de ser-hermanos. Francisco así lo agradece, en un desborde de
alegría: “A quien tanto ha soportado por nosotros, tantos bienes nos ha traído
y nos ha de traer en el futuro, toda criatura del cielo, de la tierra, del mar
y de los abismos, rinda como a Dios, alabanza, gloria, honor y bendición;
porque ÉL es nuestra fuerza y fortaleza, el solo bueno, el solo altísimo, el
solo omnipotente, admirable, glorioso, el solo santo, laudable y bendito por
los siglos infinitos” (Ibid. 61s.)
.A todas las criaturas, con las que se sabe
unido como hermano, les invita a dar
gracias porque se nos ha dado tener “un tal hermano” (Ibid.56) y ser en ÉL
hermanos, Quien, como Francisco, experimente el dinamismo transformador del
sacrificio de Cristo, cuyo fruto es la negación de sí mismo, y por lo mismo
fundamento de toda comunidad, penetrará cada vez más por la celebración de ese
sacrificio en lo más íntimo del misterio de la vida en fraternidad. Y no podrá
menos de abundar también cada vez más en la acción de gracias al Padre, que por
medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo, nos ha dado la posibilidad de
llamarnos, y ser real y verdaderamente hermanos.
Es
necesario dejarse penetrar cada vez más profundamente por este gran misterio de
la fraternidad; ante todo, estando abierto a la gracia renovada de la
Eucaristía que diariamente convoca a la comunidad, y por la que nunca
acabaremos de dar gracias al Padre. Pero, luego hay que tener en cuenta que la
gracia de “ser hermanos” debe ser continuamente reactualizada también en las
circunstancias concretas de la vida de cada día, como Francisco lo recuerda a
sus hermanos: “en señal del recuerdo de mi bendición y testamento, ámense
siempre unos a otros”(Test 3), o como se dice en la Regla: “Y ámense
mutuamente, como pide el Señor.’ Este es mi testamento, que se amen los unos a
otros como yo los he amado’. Y muestren con obras el amor que se tienen
mutuamente, como dice el Apóstol: ’No amemos de palabra y de boca, sino de obra
y de verdad” (1R 11,5-6). [1]
[1] Fray Cayetano Esser, ofm . Engelberto Grau, ofm. Respuesta Al Amor. El camino franciscano hacia Dios, CEFEPAL
1981. Colección Alvernia
Editado por: Marina Fiorino Sierra