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martes, 28 de abril de 2015

LA SALUD COMO TAREA ESPIRITUAL

Actitudes para encontrar un nuevo gusto por la vida
Anselm Grün y Meinard Dufner        
            Cualquier espiritualidad que pretenda inspirarse en el espíritu de Jesús tiene que contemplar la curación espiritual y material de la persona. Con esto no se alude sin embargo a ningún concepto o receta médica para la salud exterior. La autenticidad de nuestra espiritualidad no se manifiesta ni demuestra en la calidad de la salud corporal. No podemos someternos al efecto de los resultados espirituales como si toda enfermedad fuera un argumento de carencia de vida interior. Sabemos que la vida espiritual vigorosa puede beneficiar a la salud corporal y anímica y conservarnos en buena forma. Pero Dios puede también permitir una enfermedad para obligarnos a tomar conciencia de nuestras limitaciones y como oportunidad de buscarle más intensamente a Él y no sólo a nuestra salud. 
Anselm Grün,OSB nacido en el 14 de enero de 1945 en Baja Franconia, es un monje y sacerdote alemán, doctor en teología, famoso por unir la espiritualidad tradicional cristiana con la psicología moderna.

La enfermedad es una cualidad de la naturaleza humana creada. Sería fatal pensar que una vida espiritual sana  podría – debería – librarnos de todo riesgo de enfermedad. Eso sería manifiesta soberbia. La humildad nos lleva a reconocer nuestra condición de seres creados con limitaciones humanas y que esas limitaciones pertenecen a nuestra naturaleza, nos hacen conscientes de que podemos caer una y otra vez enfermos para encontrarnos en la enfermedad con las propias sombras, con lo negativo, con nuestra realidad.  Pero, comprenderemos también que toda enfermedad puede convertirse en el lugar de encuentro con Dios luminoso y profundo.

Si durante el tiempo de la enfermedad sabemos escuchar la voz de Dios y nos entregamos a Él, hemos encontrado la salvación en la enfermedad y ésta se convierte en fuente de bendiciones divinas para el enfermo y para los que le rodean. Es posible estar enfermo y sentir paz interior, alegría serena y afectos de agradecimiento a Dios que desea tocarnos con su mano amorosa en el lugar de la herida.
Dufner ingresó en 1966 a la abadía benedictina Muensterschwarzach. Estudió filosofía y teología .Fue director de la escuela de teatro en Egbert-Gymnasium Muensterschwarzach, donde hasta 1980 se desempeñó como profesor de arte.  De 1978 a 1982 fue rector de  seminario San Benito.

La salud personal es tarea espiritual de cada uno. Para gozar de buena salud  no es suficiente someterse a tratamiento con dosis de medicamentos. Es necesario además vivir conforme a las exigencias del Espíritu. La vida espiritual interpela al hombre en su totalidad sin excluir nada, ni separar nada, ni pasar por alto nada. Sólo así puede levantarse y curarse todo.  Pero también la enfermedad es en sí misma una tarea espiritual, porque es una llamada de Dios a reconocer el misterio de la vida que no consiste en encontrarse simplemente <en forma> sino en adquirir también conciencia plena de ser producto de la creación de Dios y objeto de su amor, de que estamos en camino hacia Él para encontrarle en la muerte, sin velos de misterio, y caer definitivamente en sus brazos misericordiosos. 

Sanos  o enfermos vivimos constantemente en la presencia del Señor.  Nuestro valor  como personas consiste en que Dios nos contempla  y dirige su palabra, más aún, que pronuncia una Palabra para que resuene en el mundo por nosotros y en nosotros, una Palabra única que desea hacerse oír por otros como melodía cantada en nuestra vida. Nuestro valor humano reside en la habitación de Dios dentro de nosotros. Ese Dios que habita ya en nosotros nos espera en la morada que Jesús nos tiene preparada junto al Padre. Sanos o enfermos caminamos hacia Dios que puede herir o sanar, provocar con salud o enfermedad a experimentarle en cada situación existencial como la única salud y salvación.
Editado por: Marina Fiorino Sierra


Fuente bibliográfica: NE narcea, S.A. de ediciones.  AGAPE Libros.  Bs. As 2006



martes, 7 de abril de 2015

"Cristiano es mi nombre, católico mi apellido, artista mi vocación"

Muchos han sido los  cristianos fervorosos que plasmaron su fe en el arte;representando las distintas etapas de la vida de Cristo, algunos pasajes  del Antiguo Testamento, así como representaciones de santos .
Compartimos con nuestros hermanos, una pintura realizada por Cristina Ibañez, sobre un maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera tan especial: el  Padre Pío.


Recordaremos que, Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el  Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el "Fraile" estigmatizado.
El Padre Pío, al que  Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad  de Fraile, llegan hasta  nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud.
Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.[1]

Por años, de cada parte del mundo, los fieles  fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento."  

El Padre Pío no había estudiado lenguas extranjeras, pero las entendía. No había estudiado francés, pero lo escribía. A la pregunta de su Director, el Padre Agustín, sobre quién le había enseñado francés, el padre respondió: Si la misión del Ángel Custodio es grande, la del mío es más grande aún, porque debe hacer de maestro explicándome otras lenguas.[2]

En  septiembre  los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que  a las 2.30 de la madrugada  del 23 de septiembre de 1968, sería  el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina.

“El corazón de nuestro divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Pongamos nuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estemos seguros de que la tierra y el cielo fallaran antes que la protección de vuestro Salvador”.  Padre Pío


                                                                              Editado por Lic.Susana Moreno
                                                                                             Catequista