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jueves, 29 de mayo de 2014

"He querido llevar una palabra de esperanza ¡pero también la he recibido a su vez!

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

En los últimos días, como ustedes saben, peregriné a Tierra Santa. Ha sido un gran don para la Iglesia, y le doy gracias a Dios. Él me guió en aquella Tierra bendita, ¡tierra bendita! que vio la presencia histórica de Jesús y donde se han verificado eventos fundamentales para el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Deseo renovar mi cordial agradecimiento a Su Beatitud el Patriarca Fouad Twal, a los obispos de los diversos ritos, a los sacerdotes, a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. ¡Pero estos franciscanos son buenos! El trabajo de ellos, los que ellos hacen es buenísimo. Mi gratitud se dirige también a la Autoridades de Jordania, de Israel y Palestina, que me acogieron con tanta cortesía, diría también con amistad, así como a todos los que han colaborado para lograr la visita.

1. El propósito principal de esta peregrinación fue conmemorar el 50 aniversario del histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras. Aquella fue la primera vez que un sucesor de Pedro visitó Tierra Santa: Pablo VI inauguraba así, durante el Concilio Vaticano II, los viajes extra italianos de los Papas en la época contemporánea. Ese gesto profético del Obispo de Roma y del Patriarca de Constantinopla marcó un hito en el camino sufrido pero prometedor para la unidad de todos los cristianos, que desde entonces ha logrado avances significativos. Por esto es que mi encuentro con Su Santidad Bartolomé, amado hermano en Cristo, ha representado el punto culminante de la visita. Juntos rezamos en el Sepulcro de Jesús, y con nosotros estaban el Patriarca Greco-Ortodoxo de Jerusalén, Teófilo III y el Patriarca Armenio Apostólico Nourhan, así como arzobispos y obispos de diferentes iglesias y comunidades, autoridades civiles y muchos de los fieles. En aquel lugar donde resonó el anuncio de la Resurrección, sentimos toda la amargura y el sufrimiento de las divisiones que aún existen entre los discípulos de Cristo. Y de verdad esto hace tanto mal, mal al corazón ¡estamos todavía divididos! En aquel lugar donde precisamente ha resonado el anuncio de la resurrección, donde Jesús nos da la vida, ¡todavía nosotros estamos un poco divididos!
Pero, sobre todo, en aquella celebración, cargada de mutua fraternidad, de estima y de afecto, percibimos, fuerte, la voz del Buen Pastor Resucitado, que quiere hacer de todas sus ovejas un solo rebaño; sentimos el deseo de sanar las heridas aún abiertas y proseguir con tenacidad el camino hacia la plena comunión. Una vez más, como lo han hecho los Papas anteriores, yo pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división y pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que nosotros hemos provocado a los otros hermanos. Todos somos hermanos en Cristo y con el Patriarca Bartolomé somos amigos, hermanos y hemos compartido las ganas de caminar juntos, de hacer todo lo que desde hoy podemos hacer, rezar juntos, trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar la creación. Tantas cosas que tenemos en común. Y como hermanos tenemos que seguir adelante.

2. Otro de los propósitos de esta peregrinación fue el de animar, en aquella región, el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo un don de Dios y compromiso de los hombres. Lo hice en Jordania, Palestina, e Israel. Y lo hice siempre como peregrino, en el nombre de Dios y del hombre, llevando en el corazón una gran compasión por los hijos de aquella Tierra ¡que desde hace demasiado tiempo conviven con la guerra y que tienen el derecho de conocer finalmente días de paz!
Por ello insté a los fieles cristianos a dejarse "ungir" con corazón abierto y dócil por el Espíritu Santo, para ser cada vez más capaces de gestos de humildad, de fraternidad y de reconciliación. ¡Humildad, fraternidad, reconciliación! El Espíritu hace posible tomar estas actitudes en la vida cotidiana, con personas de diferentes culturas y religiones, para llegar a ser así "artesanos" de la paz. La paz se construye artesanalmente. No hay industrias de paz. Se hace cada día artesanalmente y también con el corazón abierto para que venga el donde Dios. Por esto, he exhortado a los fieles cristianos a dejarse ungir.
 
En Jordania di las gracias a las Autoridades y al pueblo por sus esfuerzos en la acogida de numerosos refugiados provenientes de las zonas de guerra, un esfuerzo humanitario que merece y requiere el continuo apoyo de la Comunidad internacional. He quedado impresionado por la generosidad del pueblo jordano para recibir a los refugiados, tantos que huyen de la guerra en aquella zona. Que el Señor bendiga este pueblo acogedor, lo bendiga tanto. Y nosotros tenemos que rezar para que el Señor bendiga esta acogida y pedir a todas las instituciones internacionales que ayuden a este pueblo en este trabajo de acogida que realiza. También durante la peregrinación en otros lugares, animé a las Autoridades competentes a que continúen sus esfuerzos para aliviar las tensiones en la zona de Oriente Medio, sobre todo en la martirizada Siria, así como que prosigan con la búsqueda de una justa solución al conflicto palestino-israelí. Por eso invité al Presidente de Israel y al Presidente de Palestina, ambos hombres de paz y constructores de paz, a venir al Vaticano para rezar conmigo por la paz. Y por favor, les pido a ustedes que no nos dejen solos: ¡ustedes recen, recen tanto para que el Señor nos de la paz, nos de la paz en aquella tierra bendita! Cuento con sus oraciones. Recen fuerte en este tiempo, recen tanto para que llegue la paz.
 
3. Esta peregrinación a Tierra Santa ha sido también ocasión para confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresé la gratitud de toda la Iglesia por la presencia de los cristianos en aquella zona y en todo el Medio Oriente. Estos hermanos nuestros son valientes testigos de esperanza y de caridad, "sal y luz" en aquella Tierra. Con su vida de fe y de oración y con la apreciada actividad educativa y asistencial, ellos obran en favor de la reconciliación y del perdón, contribuyendo al bien común de la sociedad.
Con esta peregrinación, que ha sido una verdadera gracia del Señor, he querido  llevar una palabra de esperanza, pero a su vez, ¡también la he recibido! La he recibido de los hermanos y hermanas que esperan "contra toda esperanza" (Rm 4,18), a pesar de tantos sufrimientos, como el de aquellos que han tenido que huir de su propio país a causa de los conflictos; como el de cuántos en diversas partes del mundo, son discriminados y despreciados a causa de su fe en Cristo. ¡Continuemos a estarles cerca! Recemos por ellos y por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente. Que la oración de toda la Iglesia sostenga también el camino hacia la plena unidad entre los cristianos, para que el mundo crea en el amor de Dios, que en Jesucristo, ha venido a habitar en medio de nosotros. Y los invito a todos ahora a rezar juntos, a rezar juntos a la Virgen, Reina de la Paz, Reina de la unidad entre los cristianos, la mamá de todos los cristianos: que Ella nos de paz, a todo el mundo, y que Ella nos acompañe en este camino de unidad. (Ave María)...
Fuente: Radiovaticana
 
 

miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Cómo es nuestra disponibilidad en el encuentro con el “otro”?

Ecos de la MISIÓN DE PAZ Del PAPA
El Encuentro con el “otro” ¿Nos animamos a descubrir al hermano?

El “otro”, el desconocido, el que vive en otros horizontes geográficos, culturales, religiosos, constituye un desafío a nuestra fe. Estamos desafiados a creer en él. A creerle a él, a dar un salto de confianza.

Acoger al “otro”, al desconocido comporta un esfuerzo, un salir de nosotros mismos, una disponibilidad a ensanchar y reacomodar nuestra visión de la vida y del mundo.  El “otro” nos trae preguntas y respuestas nuevas, el desconocido que llega genera en nosotros un nuevo espacio relacional y de informaciones. Cuando el “otro” se marcha algo nuevo queda en nosotros y también algo de lo nuestro se va con él.

Acoger al “otro”, es un acto de apertura al misterio, es un gesto de confianza hacia la vida, una actitud de esperanza en la bondad del ser humano. Es el gran desafío para ser un poco más humanos, y lograr ser imágenes más nítidas de nuestra semejanza con Dios.

Este es el desafío que asumió San Francisco de Asís, en pleno tiempo de cruzadas, cuando se internó en tierra de los sarracenos (1219) y fue al encuentro del sultán Melek-el-kamel, con su corazón lleno de Dios, sus ojos sedientos del encuentro, sus palabras de paz y sus manos abiertas a la amistad.

El PAPA FRANCISCO reaviva el espíritu de fraternidad universal, en el encuentro con los líderes del Islam y el Judaísmo, en pos de la PAZ y el BIEN con total entrega y disponibilidad.


¿Cómo es nuestra disponibilidad en el encuentro con el “otro”?

viernes, 23 de mayo de 2014

FRANCISCO, MAESTRO DE ORACIÓN



EN BUSCA DEL SENTIDO
La Oración ante el Crucifijo de San Damián (OrSD)

La primera oración compuesta por Francisco que nosotros conocemos, es una oración muy corta. Se remonta a su tiempo de búsqueda y de lucha (años 1205-1206). A veces se la ha llamado «la oración de la hora de la conversión». Eso no quiere decir que naciera en aquel preciso momento. Francisco ya había orado muchas veces de manera parecida, antes de consignarla en la formulación definitiva que ha llegado hasta nosotros:
Altissimo glorioso Dio,
illumina le tenebre de lo core mio
et da me fede dricta,
sperança certa e caritade perfecta,
senno et cognoscemento,
signore, che faça
lo tuo santo e verace commandamento.
Aún hoy día podemos leer este texto redactado en italiano antiguo y contenido en un manuscrito que se conserva en Oxford. En ese mismo manuscrito se dice que la oración fue traducida pronto al latín «a fin de que, con vistas a un mayor provecho, pudiera ser entendida en toda la tierra». 

Resulta particularmente llamativo que precisamente la primera y la última oración de san Francisco hayan llegado hasta nosotros en su lengua materna. En efecto, junto con el Cántico del hermano Sol y la exhortación a las Damas Pobres, el Audite Poverelle, la Oración ante el Crucifijo de San Damián es la única oración de Francisco conservada en lengua vulgar. Los demás escritos del Poverello están redactados en latín, un latín parcialmente defectuoso, lo cual quiere decir que fueron dictados por Francisco en su lengua materna y transcritos en latín por un hermano amanuense.


Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


En su búsqueda, el joven Francisco lo espera todo de Dios



De acuerdo con la situación en que Francisco se encuentra, su oración es una súplica. 
Compartimos con ustedes la dinámica interna de su oración.
Consta de dos invocaciones y dos peticiones. 
La primera invocación está ampliada con dos adjetivos, con los que Francisco reconoce que Dios es sumo y glorioso. Ante este Dios glorioso se encuentra Francisco, con el corazón envuelto en tinieblas. 
Sabe que la iluminación sólo puede venirle de Dios, que es la luz. Por eso, le pide, primero, que ilumine las tinieblas de su corazón y, segundo, que le dé fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento («sensum et cognitionem», como se dice en el texto latino).
Como puede advertirse, entre la primera y la segunda petición hay una progresión: pasa de lo negativo (tinieblas) a lo positivo (fe, esperanza...). Después de las dos peticiones viene la segunda invocación: Señor, más corta que la primera, y que  resume las peticiones anteriores a la vez que desemboca en la frase conclusiva: para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento.

Así pues, la oración desarrolla una dinámica interna: ante el señorío y la alteza de Dios.
Todas las capacidades de su corazón y de su entendimiento sólo pueden provenirle de Dios, y deben conducirle a Él. Sumido en la turbación, Francisco no simplemente pide fe, esperanza y caridad, sino que toda su oración tiene como meta el ser capaz de cumplir el santo y verdadero mandamiento de Dios. Quiere percibir y reconocer la voluntad de Dios.

Esta oración es muy reveladora de la manera de pensar de Francisco. Éste empieza su oración invocando a Dios, y la concluye con el propósito de cumplir el santo mandamiento de Dios. 

Los dos polos en los que se tensa la oración son dar y cumplir: que Dios dé, para que el hombre cumpla. Esta estructura configura también otros textos de Francisco.

MEDITACIÓN DE LA ORACIÓN
Sumo, glorioso Dios...
Por el tiempo en que Francisco recitó esta oración, se le había vuelto todo problemático. ¿No era suficiente con aclararse él mismo? ¿No tenía que clarificar su propia situación, las relaciones con su padre, su futuro personal? En cambio, y aunque está inmerso en tales circunstancias, Francisco no se mira a sí mismo, sino contempla al Altísimo.

¿Cuántas veces estamos pendientes de discordias y discrepancias, de problemas y trabajos por resolver? Cuando eso nos ocurre, nos arrastramos penosamente, sin ver salida alguna. Somos incapaces de mirar adelante, nos quedamos fijos el punto donde estamos. En ese caso puede sernos de gran ayuda el levantar la mirada y orar pausadamente: Altísimo. Quien así ora, reconoce: hay alguien más grande que yo!

Glorioso: la fe no sólo ve los sufrimientos y dolores del Crucificado. 
En el fondo, toda la tarea de nuestra vida de fe consiste en contemplar, aunados, el viernes santo y el domingo de resurrección, en unir el domingo y los restantes días de la semana... Si en Cristo el Crucificado resplandece la majestad, no puede haber sólo cotidianidad, ni sólo sufrimiento, muerte y absurdo. Francisco mismo es un ejemplo de cómo resplandece la alegría a través de la debilidad y el sufrimiento corporal, de cómo se manifiesta la majestad de Dios en el momento de la muerte, concediéndole morir entre cánticos.



...ilumina las tinieblas de mi corazón...
En la invocación, Francisco ha reconocido la majestad de Dios. En su súplica incluye todo: la oscuridad de su corazón, su perplejidad..., el hecho de no ver camino alguno, su inmensa agitación interior, su vacilación entre la amargura y la dulzura.
La iluminación no puede venir más que de Dios. Lo primero que pide Francisco es participar de la gloria de Dios, penetrar en su luz; es lo más urgente y necesario y transformante: cuando la luz de Dios nos ilumina, nuestra vida aparece bajo una luz distinta, nueva.


...dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta...
Ante el Crucifijo lleno de luz de la capillita de San Damián, Francisco se ha dado cuenta de las tinieblas de su corazón. Éstas consisten, en el fondo, en no poder liberarse y entregarse como se entregó el Crucificado. Por eso, pide lo que constituye y fundamenta la vida cristiana, las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. 
En la fe, el ser humano se entrega, como Abraham, al otro... En la esperanza, miro más allá de mí mismo... En la caridad, entrego mi ser más profundo y doy una respuesta personal al tú. Lo que el hombre busca es amor; el ser humano crece y se perfecciona cuando ama y es amado. Alcanza su perfección en la entrega a los otros. Esta caridad perfecta es la que pide Francisco. Y pide fe recta
La súplica de una fe recta es algo que mantiene hoy en día toda su actualidad. Estamos expuestos a muchas opiniones. Corremos el riesgo de considerar de antemano nuestra propia opinión como la única verdadera; y también corremos el riesgo de prestar oídos al último grito. La petición dame fe recta puede preservarnos tanto de la excesiva seguridad en nosotros mismos, como de ese estar a merced de la última opinión del momento.

Durante cierto tiempo, Francisco corrió tras ilusorias quimeras. Soñó con las armas y el camino de la fuerza. Pero también escuchó la voz de la conciencia, y tomó un camino diferente. Ahora, siguiendo ese camino, pide esperanza cierta, segura, una esperanza que supera en mucho el afán de gloria y honor. Una esperanza que se mantiene firme, pues el hombre ha puesto su punto de apoyo en el Señor. Y el Señor es ahora su seguridad.

Francisco concretiza también la caridad, la tercera actitud objeto de su súplica, con un adjetivo calificativo:perfecta, completa
La dedicación a los leprosos dio un vuelco total a las sensaciones y percepciones experimentadas hasta entonces por Francisco. Cuando balbucea su oración ante el Crucifijo, sigue todavía conmovido por aquel acontecimiento. Se asombra pensando de dónde le vinieron las fuerzas para sobreponerse heroicamente y abrazar a aquel leproso terriblemente desfigurado, besarlo y lavarle las llagas purulentas. Sabe que, por sí mismo, es incapaz de lograrlo. Para ello necesita la caridad que le oriente de una forma nueva hacia el prójimo y le ayude a entregarse a los demás; una caridad que vive y hace renacer. Por eso pide crecer en la caridad, y que ésta sea cada vez más perfecta.

Francisco mantendrá a lo largo de toda su vida lo que pide en esta época de su conversión.
Su consolidada esperanza le permite presentarse seguro de sí mismo ante el obispo y el papa, le ayuda a hacer revivir a los pobres y enfermos; hasta en la misma hora de su muerte, irradia una esperanza llena de vida. 
El Cántico del hermano Sol, que manda le canten en ese trance, es expresión de su caridad universal, perfecta: del amor a Dios, a todos los hombres, sanos y enfermos, a los pecadores y a los que perdonan, un amor que, en definitiva, abraza a todas las criaturas, transforma cielo y tierra y, precisamente por la fuerza de esa caridad perfecta, reconcilia al podestá y al obispo.



...sentido y conocimiento, Señor...
Primero Francisco ha pedido las virtudes básicas, las virtudes «teologales». Lo que pide a continuación concierne más bien a sus capacidades y fuerzas anímicas. Pide sentido y conocimiento ("sensum et cognitionem"). Lo cual puede traducirse de modos distintos:  uno el de la llave de los sentidos, de la sensibilidad. Por eso, la oración puede traducirse: dame sensibilidad, sentido para captar tu mandamiento. Permíteme sentir, experimentar tangiblemente qué es lo que quieres. Haz que sea sensible a ti y a los hombres. Hazme receptivo a tu llamada y sensible a las peticiones, muchas veces silenciosas, de los hombres. Concédeme permanecer abierto con todos mis sentidos para comprender el sentido de mi vida.

 Francisco pide poder reconocer el camino recto y comprender los planes de Dios.
Así pues, con las palabras sentido y conocimiento se alude al hombre en su totalidad, abarcando tanto la esfera corporal como la espiritual. 

El hombre debe cumplir el mandamiento de Dios con el corazón y con la mente, con cuerpo y alma, con todas sus fuerzas. Francisco reconoce esta pobreza del ser humano, su dependencia de Dios. Por eso exclama: Señor. El recto sentido y conocimientosólo pueden venir de Dios. También respecto a las virtudes, al esfuerzo por hacer el bien, el hombre es un mendigo ante Dios, pero un mendigo que puede extender las manos con toda confianza y pedirle:
-- la iluminación del corazón, 
-- fe, esperanza y caridad,

-- sentido y conocimiento.
...para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento

Al final, Francisco no pide nada para sí mismo; toda su petición tiene como objetivo hacer que su proyecto de vida pueda ajustarse al mandamiento de Dios, no olvidar a Dios, no programar la vida sin tener en cuenta a Dios... 
En su búsqueda, el joven Francisco lo espera todo de Dios. Se entrega a Él por entero y sólo le pide cumplir su santo y verdadero mandamiento

Ante el Crucifijo de San Damián, la angustia vital de Francisco se torna compasión con el Crucificado. Hasta aquel momento había experimentado su propia oscuridad interior, su inseguridad y angustia vital; en adelante, su sufrimiento encuentra claramente un punto de referencia y un contenido: proseguirá su caridad a los leprosos y la ampliará a todos, conviviendo con «gente de baja condición y despreciada, con los pobres y débiles, y con los enfermos y leprosos, y con los mendigos de los caminos» (1 R 9,2). 

Aquella hora de San Damián, en la que reconoce que el mandamiento de su vida consiste en la compasión con el Crucificado, es para Francisco el inicio de ese camino en cuyo término se hará patente su identificación con Cristo mediante la estigmatización. En San Damián empieza el camino que conduce al monte Alverna.... (1)


(1)Comentario a las oraciones de San Francisco por Leonardo Lehmann, OFMCap. Adaptación.





Desde hace largo tiempo, Francisco ya no es.....

Desde hace largo tiempo, Francisco ya no es aquel desenvuelto y jovial cabecilla de la juventud que fuera otrora. Anda sumido en sus pensamientos; tiene pesadillas; todavía no sabe exactamente qué es lo que quiere ni qué le pasa; sólo tiene clara una cosa: se han desvanecido los sueños de caballería, no ha encontrado la felicidad en el camino de la guerra. La cautividad en la cárcel de Perusa y la enfermedad lo han vuelto ensimismado y pensativo. 

Tampoco en su casa le van bien las cosas: los ambiciosos proyectos de su padre no son del agrado de Francisco; Pietro di Bernardone y su sentido del comercio no casan con la manera de ser ni con la sensibilidad de Francisco. En el fondo, ha roto ya con el hogar paterno. Busca lugares solitarios donde entregarse a la oración, rehuye la vida de sociedad, se va a vivir con los leprosos. Y entonces vive una experiencia revulsiva: lo amargo se le transforma en dulzura, las náuseas producidas por la visión de la lepra se le tornan compasión, y siente una sensación nueva: encuentra alegría, más aún, dulzura, ternura. Mientras, sobreponiéndose a sí mismo, estaba besando al leproso, se redescubrió a sí mismo, se experimentó de una forma nueva, se autoconoció desde otra dimensión. 

Descubrió que tenía nuevas posibilidades. En el horizonte brillaba algo distinto de la guerra y el comercio, aunque no podía captar todavía en qué consistía exactamente. Lo importante en aquel entonces era que estaba completamente abierto e incondicionalmente dispuesto a dar un cambio a su vida. Había aprendido, gracias a los acontecimientos, a captar nuevos criterios, a percibir unos valores que antes no le habían preocupado o ante los cuales había pasado con repugnancia: Dios y los leprosos. Mediante el encuentro con Dios y con los leprosos se vio transformado. Tal vez presiente una dirección superior en su vida.

Envuelto en tales sentimientos de anhelante búsqueda y de incondicional apertura, «anda un día cerca de la iglesia de San Damián, que estaba casi derruida y abandonada de todos. Entra en ella, guiándole el Espíritu, a orar, se postra suplicante y devoto ante el crucifijo, y, visitado con toques no acostumbrados en el alma, se reconoce luego distinto de cuando había entrado. Y en este trance, la imagen de Cristo crucificado -cosa nunca oída-, desplegando los labios, habla desde el cuadro a Francisco. 

Llamándolo por su nombre: "Francisco -le dice-, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo". Presa de temblor, Francisco se pasma y como que pierde el sentido por lo que ha oído. Se apronta a obedecer, se reconcentra todo él en la orden recibida» (2 Cel 10a; cf. TC 13).
El relato de Celano describe con exactitud la situación en la que debemos colocar la oración. Por desgracia Celano no nos ha transmitido el texto de la oración. Pero lo han transmitido antiguos manuscritos, que la han conservado junto con otras oraciones del Santo, precisando que éste la recitaba frecuentemente en lengua vulgar y que la enseñó a rezar a sus compañeros.





“Señor, muéstranos al Padre”

Juan Pablo II

La Iglesia comparte la inquietud de tantos hombres contemporáneos. Por otra parte, debemos preocuparnos también por el ocaso de tantos valores fundamentales que constituyen un bien indiscutible no sólo de la moral cristiana, sino simplemente de la moral humana, de la cultura moral…
En relación con esta imagen de nuestra generación, que no deja de suscitar una profunda inquietud, vienen a la mente las palabras que, con motivo de la encarnación del Hijo de Dios, resonaron en el Magníficat de María y que cantan la misericordia... “de generación en generación”(Lc 1,50)… La Iglesia debe dar testimonio de la misericordia de Dios revelada en Cristo, en toda su misión de Mesías…

Si algunos teólogos afirman que la misericordia es el más grande entre los atributos y las perfecciones de Dios, la Biblia, la Tradición y toda la vida de fe del Pueblo de Dios dan testimonios exhaustivos de ello. No se trata aquí de la perfección de la inescrutable esencia de Dios dentro del misterio de la misma divinidad, sino de la perfección y del atributo con que el hombre, en la verdad intima de su existencia, se encuentra particularmente cerca y no raras veces con el Dios vivo. Conforme a las palabras dirigidas por Cristo a Felipe, “la visión del Padre”—visión de Dios mediante la fe—halla precisamente en el encuentro con su misericordia un momento singular de sencillez interior y de verdad, semejante a la que encontramos en la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11s).

“Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. La Iglesia profesa la misericordia de Dios, la Iglesia vive de ella en su amplia experiencia de fe y también en sus enseñanzas, contemplando constantemente a Cristo, concentrándose en EL, en su vida y en su evangelio, en su cruz y en su resurrección, en su misterio entero. Todo esto que forma la “visión” de Cristo en la fe viva y en la enseñanza de la Iglesia nos acerca a la “visión del Padre” en la santidad de su misericordia.

San Juan Pablo II (1920-2005), Papa 
Encíclica “Dives in Misericordia” § 12-13 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana) 

El Papa pide invocar al don de la fortaleza para “levantar nuestros corazones”



ÁLVARO ESPINOSA (ROMA) | El papa Francisco centró su catequesis del día 14 de mayo celebrada en la Plaza de San Pedro, en “la fortaleza sobre los dones del Espíritu”. El Vicario de Cristo quiso referirse así a aquellos hombres y mujeres que dan testimonio de fe aún a costa de la vida, gracias al don de fortaleza que “infunde el Espíritu Santo”.
Para explicar su importancia ha recordado la parábola del sembrador. Las semillas que caen en la carretera se las comen los pájaros, las que caen entre las piedras se secan, pero solo las que caen en terreno bueno crecen y dan fruto.
El sembrador es el Padre que esparce las semillas de su Palabra, como explicó el Sumo Pontífice:
Las semillas chocan a menudo con la sequedad de nuestro corazón y aunque se acepten, a veces permanecen estériles. Con el don de la fortaleza, en cambio, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón del entumecimiento, de incertidumbres y temores que pueden pararlo, para que la Palabra del Señor se ponga en práctica, de forma autentica y alegre.
El Santo Padre quiso dejar claro que “no debemos pensar que este don es sólo para las circunstancias extraordinarias” ya que también “nos sostiene y fortalece en las fatigas y pruebas diarias, para que nos dejemos llevar por el desaliento y busquemos la santidad en nuestra vida ordinaria”.
Antes de finalizar, el Pontífice ha añadido que “a veces podemos estar tentados por la pereza o peor aún, por el desaliento, sobre todo ante las dificultades y las pruebas de la vida”. En estos casos, el argentino ha declarado que no debemos “perder los ánimos, e invoquemos al Espíritu Santo, para que con el don de la fortaleza levante nuestros corazones dándonos nueva fuerza y entusiasmo en nuestra vida y en nuestro seguir a Jesús”.


Francisco exhortó a pedir a la Virgen que el Espíritu Santo “nos conceda el don de fortaleza, para que sepamos seguir siempre a Jesús con alegría y perseverancia”.

jueves, 22 de mayo de 2014

No existe un cristiano sin Iglesia...sino que "pertenece a un pueblo: la Iglesia"

Francisco en Santa Marta: "No existe un cristiano sin Iglesia"En la homilía de este jueves el Santo Padre pide que pensemos cómo es nuestra identidad cristiana, de pertenencia a un pueblo, a la Iglesia.

Ciudad del Vaticano, 15 de mayo de 2014 (Zenit.orgRedacción 

El Santo Padre ha recordado que no existe un cristiano sin Iglesia, un cristiano que camina solo, porque Jesús mismo se ha introducido en el camino de su pueblo. Lo ha indicado durante la homilía de la misa celebrada esta mañana de jueves, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Tomando la primera lectura del día, el Papa ha explicado que los apóstoles cuando anunciaban a Jesús no comenzaban por Él, sino por la historia de su pueblo. De hecho, "Jesús no se entiende sin esta historia", porque Él "es precisamente el final de esta historia, hacia el cual esta historia va, camina".
De este modo -ha continuado el Papa- "no se puede entender un cristiano fuera del pueblo de Dios. El cristiano no es una mónada" sino que "pertenece a un pueblo: la Iglesia. Un cristiano sin Iglesia es algo puramente ideal, no es real". Y ha especificado: "pero, no se puede entender un cristiano solo, como no se puede entender Jesucristo solo. Jesucristo no ha caído del cielo como un héroe que viene a salvarnos, y viene. No. Jesucristo tiene historia. Y podemos decir, y es verdad esto: Dios tiene historia, porque ha querido caminar con nosotros. Y no se puede entender Jesucristo sin historia. Así un cristiano sin historia, un cristiano sin pueblo, un cristiano sin Iglesia no se puede entender. Es una cosa de laboratorio, una cosa artificial, una cosa que no puede dar vida".
El Obispo de Roma ha observado que el pueblo de Dios "camina con una promesa. Esta dimensión es importante que nosotros en nuestra vida tengamos presente: la dimensión de la memoria". Y así lo explica Francisco: "un cristianos es un memorioso de la historia de su pueblo, es memorioso del camino que el pueblo ha hecho, es memorioso de su Iglesia. La memoria... la memoria de todo el pasado... Después, ¿este pueblo dónde va? Hacia la promesa definitiva. Es un pueblo que camina hacia la plenitud, un pueblo elegido que tiene una promesa en el futuro y camina hacia esta promesa, hacia el cumplimiento de esta promesa. Y por esto, un cristiano en la Iglesia es un hombre, una mujer con esperanza: esperanza en la promesa. Que no es expectativa: ¡no, no! Es otra cosa: es esperanza. ¡Adelante! Esa que no decepciona".
De este modo, Francisco ha indicado que "mirando hacia atrás el cristiano es una persona memoriosa: pide la gracia de la memoria, siempre. Mirando hacia adelante, el cristiano es un hombre y una mujer de esperanza. Y en el presente, el cristiano sigue el camino de Dios y renueva la Alianza con Dios. Continuamente dice al Señor: 'Sí, yo quiero los mandamientos, yo quiero tu voluntad, yo quiero seguirte'. Es un hombre de alianza, y la alianza la celebramos, nosotros todos los días" en la misa: es por tanto "una mujer, una hombre eucarístico".
Para finalizar, el Santo Padre ha indicado que nos hará bien pensar cómo es nuestra identidad cristiana. "Nuestra identidad cristiana es pertenencia a un pueblo: la Iglesia. Sin esto, nosotros no somos cristianos. Hemos entrado en la Iglesia con el bautismo: allí somos cristianos. Y por esto, tener la costumbre de pedir la gracia de la memoria, y la memoria del camino que ha hecho el pueblo de Dios; también en la memoria personal: qué ha hecho Dios conmigo, en mi vida, cómo me ha hecho caminar... Pedir la gracia de la esperanza, que no es optimismo: ¡no, no! Es otra cosa. Y pedir la gracia de renovar todos los días la Alianza con el Señor que nos ha llamado. Que el Señor nos dé estas tres gracias, que son necesarias para la identidad cristiana".
(15 de mayo de 2014) © Innovative Media Inc.

Obispos argentinos proponen la oración de San Francisco para fiesta nacional

Junto a las reflexiones  “Felices los que trabajan por la paz” se propuso al pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad, una oración para que se rece la próxima fiesta patria del  25 de mayo.
Lo indicó la Conferencia Episcopal Argentina, en un comunicado en su web.
“Invitamos a que ese día en las diócesis del país, en las catedrales y santuarios, en las parroquias, capillas y en los hogares se ore por la convivencia pacífica de los argentinos utilizando la Oración por la Paz de San Francisco.


Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, que yo ponga el amor,
donde haya ofensa, que yo ponga el perdón;
donde haya discordia, que yo ponga la unión;
donde haya error, que yo ponga verdad;
donde haya duda, que yo ponga fe;
donde haya desesperación, que yo ponga esperanza;
donde haya tinieblas, que yo ponga  luz;
donde haya tristeza, que yo ponga alegría.


Señor, haz que yo no busque tanto: 
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.


Porque: dando es como se recibe,
olvidándose de sí es como uno se encuentra,
perdonando es como se recibe el perdón,y
muriendo es como se resucita a la Vida.[1]



[1]http://www.zenit.org/es/articles/obispos-argentinos-proponen-la-oracion-de-s-francisco-para-fiesta-


viernes, 16 de mayo de 2014

Abba Padre ( Marco Barrientos)



En realidad, así como Jesús enseñó a los hombres a alabar al Padre en espíritu y en verdad porque Jesús mantenía con Dios la relación viva de Hijo suyo, así también Francisco de Asís enseña de nuevo a los hombres la adoración a Dios y la alabanza al Padre, puesto que Francisco vivirá y actualizará a fondo esa relación filial con Dios: Francisco de Asís dejará transparentar en su vida una relación con Dios semejante a la de Jesús, y esa relación se expresa con una palabra afectiva y familiar que connota a la vez invocación, alabanza, júbilo y esperanza. Es la palabra «Abba», Padre.

 

jueves, 15 de mayo de 2014

¿Por qué Tierra Santa está custodiada por los franciscanos?

Para cualquier peregrino a Tierra Santa, la Custodia Franciscana constituye un punto de referencia ineludible: los franciscanos están ligados a los Santos Lugares desde la época de las Cruzadas, ininterrumpidamente hasta hoy. Poseen en propiedad muchos de los lugares donde transcurrió la vida terrena de Jesucristo, otros los comparten con miembros de otras confesiones, garantizando la presencia y el culto católicos. Pero ¿por qué ellos y no otros? 

Por que es una misión que se remonta al propio Francisco de Asís, quien, como es sabido, peregrinó a la Tierra Santa entre 1219 y 1220, en tiempos de las Cruzadas. En este viaje se produjo su famoso encuentro con el sultán Melek el-Kamel, el enemigo acérrimo de los cristianos.
En realidad, la provincia franciscana de Tierra Santa había nacido dos años antes, y era una muestra del inmenso amor que Francisco sentía por Jesucristo y su enorme deseo de peregrinar a los lugares donde transcurrió su vida terrena. Con este mismo espíritu, después de la muerte de Francisco, la Orden siguió alentando su presencia allí, concibiéndola como una auténtica misión después de la derrota y retirada cristianas.


Cuando los Santos Lugares volvieron a manos musulmanas, mantener la presencia cristiana en ellos se convirtió en una auténtica aventura. 


Durante siglos, compraron algunos de los lugares, manteniendo a duras penas los edificios, atendieron a los cristianos locales, bajo el dominio turco, bajo el otomano, en guerras y carestías. Los franciscanos, en casi 700 años, fueron la única cara de la Cristiandad visible en Tierra Santa, cuando todas las demás habían desaparecido. 

En 1847, la Santa Sede restableció el Patriarcado Latino de Jerusalén.
La provincia franciscana de Tierra Santa es la única en el mundo con un carácter internacional: los franciscanos que pertenecen a ella proceden de todo el mundo, y lo hacen voluntariamente, bien de forma permanente, eligiendo prestar sus servicios allí durante una temporada. Actualmente son unos 300 frailes.

Su presencia es especialmente importante en Jerusalén, donde mantienen una presencia en el Santo Sepulcro junto con los greco-ortodoxos y los armenios, y sobre todo custodian la Basílica de la Agonía (Getsemaní). Los otros dos lugares son Belén (Basílica de la Natividad) y Nazaret, en la Basílica de la Anunciación.


Además, la Custodia lleva a cabo trabajo pastoral en 29 parroquias de toda Tierra Santa, donde atienden a los cristianos locales de rito latino. Mantienen además escuelas cristianas y obras sociales (viviendas, etc.) con las que ayudar a la minoría cristiana, extremamente necesitada a raíz del conflicto palestino.


Otra misión actualísima de los franciscanos es la animación cultural y el diálogo interreligioso. Baste decir que la Orden mantiene una importante actividad de difusión de los hallazgos arqueológicos relacionados con los Santos Lugares. Para los expertos en el mundo bíblico, el Studium Biblicum Franciscanum no necesita cartas de presentación.


Como dice, a modo de conclusión, el Custodio de Tierra Santa, padre Pizzaballa, los franciscanos han sido, durante siglos, un “puente” providencial entre la Iglesia de Oriente y la de Occidente, y una avanzadilla del diálogo interreligioso, así como una fuente de esperanza para los cristianos de Oriente Medio. “En Tierra Santa, los frailes se encuentran en el corazón de la Iglesia y del mundo”. (1)


(1)http://www.aleteia.org/es/religion/articulo/por-que-tierra-santa-esta-custodiada-por-los-franciscanos-5346721320140800