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domingo, 15 de febrero de 2015

Reconocimiento por la gracia de la fraternidad

La fraternidad es una dádiva y un don del amor paternal de Dios, porque se hace posible por la entrega de Cristo por nosotros. Debemos pues al Señor, quien se ha sacrificado por nosotros, la posibilidad y la realidad de ser-hermanos. Francisco así lo agradece, en un desborde de alegría: “A quien tanto ha soportado por nosotros, tantos bienes nos ha traído y nos ha de traer en el futuro, toda criatura del cielo, de la tierra, del mar y de los abismos, rinda como a Dios, alabanza, gloria, honor y bendición; porque ÉL es nuestra fuerza y fortaleza, el solo bueno, el solo altísimo, el solo omnipotente, admirable, glorioso, el solo santo, laudable y bendito por los siglos infinitos” (Ibid. 61s.)

.A todas las criaturas, con las que se sabe unido como hermano, les invita  a dar gracias porque se nos ha dado tener “un tal hermano” (Ibid.56) y ser en ÉL hermanos, Quien, como Francisco, experimente el dinamismo transformador del sacrificio de Cristo, cuyo fruto es la negación de sí mismo, y por lo mismo fundamento de toda comunidad, penetrará cada vez más por la celebración de ese sacrificio en lo más íntimo del misterio de la vida en fraternidad. Y no podrá menos de abundar también cada vez más en la acción de gracias al Padre, que por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo, nos ha dado la posibilidad de llamarnos, y ser real y verdaderamente hermanos.



            Es necesario dejarse penetrar cada vez más profundamente por este gran misterio de la fraternidad; ante todo, estando abierto a la gracia renovada de la Eucaristía que diariamente convoca a la comunidad, y por la que nunca acabaremos de dar gracias al Padre. Pero, luego hay que tener en cuenta que la gracia de “ser hermanos” debe ser continuamente reactualizada también en las circunstancias concretas de la vida de cada día, como Francisco lo recuerda a sus hermanos: “en señal del recuerdo de mi bendición y testamento, ámense siempre unos a otros”(Test 3), o como se dice en la Regla: “Y ámense mutuamente, como pide el Señor.’ Este es mi testamento, que se amen los unos a otros como yo los he amado’. Y muestren con obras el amor que se tienen mutuamente, como dice el Apóstol: ’No amemos de palabra y de boca, sino de obra y de verdad” (1R 11,5-6).[1]


[1] Fray Cayetano Esser, ofm . Engelberto Grau, ofm. Respuesta Al Amor. El camino franciscano hacia Dios, CEFEPAL 1981. Colección Alvernia


Editado por: Marina Fiorino Sierra