Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad”. Con estas palabras inicia el Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma, que tiene como tema un verso de la Carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10,24). El mensaje, que se articula en tres partes, recuerda en primer lugar “la responsabilidad para con el hermano”: “También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos, que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien… La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual… Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos”. En la segunda parte del mensaje el Papa se detiene sobre el “don de la reciprocidad”. “Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. ¡En la comunidad cristiana no debe ser así!... nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. ..Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia”. Por último el “caminar juntos en la santidad”. “La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor… en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo. En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obra”. (SL) (Agencia Fides 8/2/2012)