…Es
principalmente en la Pasión redentora de Cristo donde Francisco admira más esa humildad llena de amor por la que se
entrega a nosotros hasta la muerte.
Nada le impresionaba tanto como la
revelación de Cristo crucificado. Esta revelación constituye un hito
importantísimo en su vida. “Desde aquella hora desfalleció su alma al oír
hablar del Amado. Poco más tarde, el amor del corazón se puso de manifiesto en
las llagas del cuerpo. Por eso, no puede contener en adelante el llanto; gime
lastimeramente la pasión de Cristo, que casi siempre la tiene ante los ojos”
(2C 11). “Desde aquel instante, la memoria de la Pasión del Señor se le
imprimió con caracteres profundos en el alma” (3C 2), tanto que como dice San
Buenaventura, “siempre que le venía a la mente el recuerdo de Cristo
crucificado, a duras penas podía contener exteriormente las lágrimas y los
gemidos” (LM 1m5). En el cuerpo y alma se sumergía Francisco en este misterio y
se concentraba en él con toda la fuerza de su ser: “Todos los afanes del hombre
de Dios, tanto en público como en privado. Se centraban en la cruz del Señor”
(2C 2). “Estaba siempre contemplando el rostro de Cristo, siempre acariciando
al varón de los dolores y conocedor de todo quebranto” (2C 85). La cruz, con su
dura y penosa realidad, ocupaba el lugar más íntimo de su vida 1.
Pero Francisco de ninguna manera se limitaba a una
contemplación sentimental de la Pasión de Cristo. Tenía demasiada conciencia de
la necesidad de la salvación y del valor vivificador del sacrificio de Cristo.
Los biógrafos sólo nos relatan lo que se podía constatar externamente, pero
donde se manifiesta toda la profundidad del alma del santo es en su oración: “Bendito sea el Señor Dios de Israel (Lc 1,66), que redimió las
almas de sus siervos con su propia sangre santísima, y no abandonará a nadie
que espere en ÉL (Sal 33,23) (OfP 6).”Aplaudan todas las gentes, aclamen a Dios
con voz de júbilo (Sal 46, 2)… Porque el santísimo Padre de los cielos, nuestro
Rey, antes de los siglos, envió de lo alto a su amado Hijo y realizó la
salvación en medio de la tierra (Sal 95,11 -12)…Tiemble la tierra entera en su
presencia; digan entre las gentes que el Señor reinó desde el madero” (Sal 95,
9-10) (OfP 7).
Aunque Francisco llora la Pasión de Cristo, porque ama
al Señor crucificado, al mismo tiempo canta con júbilo agradecido y desbordante
porque en la Pasión se nos ha dado la redención. Desde lo más profundo de su
corazón se eleva un himno de acción de gracias al Padre, santo y justo, porque
“quisiste que nosotros fuéramos redimidos por su cruz y sangre y muerte” (IR
23,3).
Editado por: Marina Fiorino Sierra
1Cf. 2C 109. Por esto la vida de Gregorio XI califica acertadamente a
Francisco como “Crucifixi ministrum”,
ministro o servidor del Crucificado (Testimonia
minora saeculi XIII de S. Francisco Assisiensi, Ed.Leonardo Lemmens ,
Quarachi, 1036, p.13)
Cayetano Esser, ofm ,Engelberto
Grau, ofm. Respuesta al Amor. El camino franciscano hacia Dios.
CEFEPAL 1081.