San Antonio, siguiendo la escuela de san Francisco, pone siempre a
Cristo en el centro de la vida y del pensamiento, de la acción y de la
predicación, contemplando de buen grado, e invitando a contemplar, los misterios de
la humanidad del Señor, el hombre Jesús, de modo particular el misterio de
la Natividad, Dios que se ha hecho Niño, que se ha puesto en nuestras manos: un
misterio que suscita sentimientos de amor y de gratitud hacia la bondad divina.
Es un santo perteneciente a la primera generación de los Frailes
Menores y uno de los santos más populares de toda la Iglesia católica, venerado
no sólo en Padua, donde se erigió una basílica espléndida que recoge sus restos
mortales, sino en todo el mundo. Los fieles estiman las imágenes y las estatuas
que lo representan con el lirio, símbolo de su pureza, o con el Niño Jesús en
brazos.
Se dedicó con interés y solicitud al estudio
de la Biblia y de los Padres de la Iglesia, adquiriendo la ciencia teológica
que utilizó en la actividad de enseñanza y de predicación.
En Coimbra tuvo lugar el episodio que imprimió
un viraje decisivo a su vida: allí, en 1220 se expusieron las reliquias de los
primeros cinco misioneros franciscanos, que habían ido a Marruecos, donde
habían sufrido el martirio. Su testimonio hizo nacer en el joven sacerdote, el
deseo de imitarlos y de avanzar por el camino de la perfección cristiana:
pidió dejar los Canónigos agustinos y hacerse Fraile Menor.
Su petición fue acogida y, tomando el nombre de Antonio, también él partió hacia
Marruecos, pero a consecuencia de una enfermedad, se vio obligado a regresar a
Italia y, en 1221, participó en el famoso "Capítulo de las
esteras" en Asís, donde se encontró también con san Francisco.
Fue uno de los primeros maestros de teología de los Frailes Menores,
sino …incluso el primero. Comenzó su enseñanza en Bolonia, con la bendición
de san Francisco, el cual, reconociendo las virtudes de Antonio, le envió una
breve carta que comenzaba con estas palabras: "Me agrada que enseñes
teología a los frailes". Antonio sentó las bases de la teología
franciscana.
En el último periodo de su vida, san Antonio
puso por escrito dos ciclos de "Sermones", titulados respectivamente
"Sermones dominicales" y "Sermones sobre los santos",
destinados a los predicadores y a los profesores de los estudios teológicos de
la Orden franciscana.
En estos sermones, san Antonio habla de la
oración como de una relación de amor, que impulsa al hombre a conversar
dulcemente con el Señor, creando una alegría inefable, que suavemente envuelve
al alma en oración.
En esta enseñanza de san Antonio sobre la oración observamos uno de los
rasgos específicos de la teología franciscana, de la que fue el
iniciador, a saber, el papel asignado al amor divino, que entra en la esfera
de los afectos, de la voluntad, del corazón, y que también es la fuente de la
que brota un conocimiento espiritual que sobrepasa todo conocimiento. De hecho,
amando… conocemos.
Que la actualización de la Palabra de Dios sea
una presentación eficaz de la eterna belleza de Cristo, precisamente como san
Antonio recomendaba: "Si predicas a Jesús, él ablanda los corazones
duros; si lo invocas, endulzas las tentaciones amargas; si piensas en él, te
ilumina el corazón; si lo lees, te sacia la mente" (Sermones Dominicales
et Festivi III, p. 59).
También escribe san Antonio: "La caridad es
el alma de la fe, hace que esté viva; sin el amor, la fe….. muere" (Sermones
Dominicales et Festivi II, Messaggero, Padua 1979, p. 37).[1]
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