Todo
anuncio del Evangelio implica la misión profética de la denuncia y del testimonio contractual que el Papa
Francisco enuncia como “cultura del descarte” o la que franciscanamente
podríamos llamar la “injusticia ambiental”. Entendida ésta como el vínculo
intrínseco entre pobreza, justicia
social y cuidado del ambiente.
http://www.fundacionoasis.org/legal.html |
El
respeto por la naturaleza y la paz van juntos, pero se les opone el ídolo del
dinero que propicia una cultura del descarte, violenta los ecosistemas de la
tierra, provoca conflictos humanos y conduce finalmente a la guerra. La
presencia del Papa Francisco en la isla
de Lampedusa, en las periferias del mundo europeo desarrollado y en el encuentro
con los excluidos “descartables”, hace un llamado a la conciencia de los
cristianos y del mundo “desarrollado” a superar la cultura y de la
indiferencia: “Hoy nadie en el mundo se
siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad
fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del
altar, de los que hablaba Jesús en la parábola del Buen Samaritano: vemos al
hermano medio muerto al borde del camino, quizás pensamos “pobrecito”, y
seguimos nuestro camino, no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos, nos
sentimos en paz. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros
mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de
jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo
provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, a la
globalización de la indiferencia. En
este mundo de la globalización hemos
caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al
sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos
concierne!... La globalización de la indiferencia nos hace “innominados”,
responsables anónimos y sin rostro.
http://realidadqueconsume.blogspot.com.ar/2012/09/globalizacionrealidad-que-se-vive.html |
“Adán, ¿dónde estás?,
¿Dónde está tu hermano?”, son las preguntas que Dios hace al principio de la
humanidad y que dirige también a todos los hombres de nuestro tiempo, también a
nosotros. Pero me gustaría que nos hiciésemos una tercera pregunta: “¿Quién de
nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste?”. ¿Quién ha llorado
por la muerte de estos hermanos y hermanas?¿Quién ha llorado por esas personas
que iban en la barca? ¿Por las madres jóvenes que llevaban a sus hijos?¿ Por estos
hombres que deseaban algo para mantener a sus propias familias? Somos una
sociedad que ha olvidado la experiencia la llorar, de “sufrir con”:¡ la
globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar! En el Evangelio hemos escuchado el grito, el
llanto, el gran lamento: “Es Raquel que llora por sus hijos…porque ya no
viven”. Herodes sembró muerte para defender su propio bienestar, su propia
pompa de jabón. Y esto se sigue repitiendo… Pidamos al Señor que quite lo que
haya quedado de Herodes en nuestro corazón; pidamos al Señor la gracia de
llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo,
en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones
socio-económicas que hacen posibles dramas como éste”.[1]
Papa
Francisco volverá a denunciar en otros mensajes
la mentalidad propia de la sociedad de consumo y del uso indiscriminado
de los bienes. “Esta <<cultura del
descarte >> tiende a convertirse en mentalidad común, que contagia a
todas. La vida humana, la persona , ya no es percibida como valor primario que
hay que respetar y tutelar, especialmente si es pobre o discapacitada, si no
sirve todavía – como el manuscrito – o si ya no sirve – como el anciano - .
Esta cultura del descarte nos ha hecho insensibles también al derroche y al
desperdicio de los alimentos, cosa aún más deplorable cuando el cualquier lugar
del mundo, lamentablemente, muchas personas y familias sufren hambre y
malnutrición. En otros tiempos nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara
nada de comida sobrante. El consumismo nos ha inducido a acostumbrarnos a lo
superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al cual a veces ya no somos
capaces de dar el justo valor, que va más allá de los meros parámetros
económicos. ¡Pero recordemos bien que el alimento que se deshecha es como si se
robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre! Invito a todos a reflexionar
sobre la pérdida y del desperdicio del alimento a fin de identificar vías y
modos que, afrontando seriamente tal problemática, sean vínculos de solidaridad
y de compartición con los más necesitados”[2]
El
cambio de estilo de vida y de modelo de desarrollo en el ministerio de
Francisco adquiere urgencia la “conversión
ecológica” y exige un compromiso personal que lleva a revisar la actitud
ante el dinero. La postura del Papa Francisco tiene mucha consonancia con la
denuncia al poder del uso del dinero en
el tiempo de san Francisco – Capítulo IV -
pide a sus hermanos que, para ingresar a la fraternidad, es necesario
el despojo de toda posesión y “manda que
de ningún modo reciban dinero”.
http://www.revistavidanueva.mx/content/la-tierra-saqueada-se-lamenta |
El
Papa Francisco en una de sus habituales homilías en Santa Marta, denuncia esta
tentación de los católicos: “El dinero
también enferma el pensamiento, también enferma la fe y la hace andar por otro
camino. Y va más allá… De ahí nacen las envidias, las peleas, las
maledicencias, las malas sospechas, los conflictos de hombre s de mente
corrompida y privados de la verdad, que consideran la religión como una fuente
de beneficios. ´ Yo soy católico, yo voy a Misa, porque eso me da cierto
status. Me miran bien… pero por debajo hago mis negocios. Doy culto al dinero
´. Y aquí hay una palabra que la
encontramos tantas veces en los periódicos: ´Hombres de mente corrompida´. ¡El
dinero corrompe! No hay escapatoria”.
“No podemos servir a
Dios y al dinero. No se puede:¡O lo uno o
lo otro! Esto no es comunismo. ¡Esto es Evangelio puro! ¡Estas son las
palabras de Jesús!¿Qué sucede con el dinero? El dinero te ofrece un cierto
bienestar al principio. Está bien, después te sientes un poco importante y llega
la vanidad que no vale, pero tú te sientes una persona importante: esa es la
vanidad. Y de la vanidad a la soberbia, al orgullo. Son tres escalones: la
riqueza, la vanidad y el orgullo.[3]
Conclusión:
La
vocación de ser custodios, es decir a cuidar y custodiar el don gratuito de la
vida y todo lo creado, es el desafío de una nueva evangelización. Asumir la
cuestión social y ecológica en la
emergencia de la actual crisis ambiental es recuperar la actitud de estupor, de
contemplación, de escucha de la creación y de la “escucha al clamor por la justicia”.[4]
Concluimos
con este extracto de la audiencia papal: “Pero
<<cultivar y custodiar>> no comprende sólo la relación entre
nosotros y el medio ambiente, entre el hombre y la creación; se refiere también
a las relaciones humanas. Los Papas han hablado de ecología humana,
estrechamente ligada a la ecología medioambiental. Nosotros estamos viviendo un
momento de crisis; lo vemos en el medio ambiente, pero sobre todo lo vemos en
el hombre. La persona humana está en peligro: esto es lo cierto, la persona
humana hoy está en peligro; ¡he aquí la urgencia de la ecología humana! Y el
peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda:
no es sólo cuestión de economía, sino de ética y de antropología. La Iglesia lo
ha subrayado varias veces; y muchos dicen: sí, es justo, es verdad… Pero el
sistema sigue como antes, pues lo que domina son las dinámicas de una economía
y de unas finanzas carentes de ética. Lo que manda hoy nos es el hombre: es el
dinero, el dinero, la moneda manda. Y la tarea de custodiar la tierra, Dios
nuestro Padre la ha dado no al dinero, sino a nosotros: a los hombres y a las
mujeres, ¡nosotros tenemos ese deber! En cambio hombres y mujeres son
sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo: es la <<cultura
del descarte>>.[5]
“Alabamos
a Dios por la belleza del cosmos y de la tierra, “jardín” maravilloso que
confió al hombre para que lo cultivara y conservara. Conviene que los hombres
recuerden que se encuentran en un “huerto” del inmenso universo, creado por
Dios para ellos”.[6]
Fray Luis Scozzina ofm
Lic. en
Espiritualidad Franciscana.
Director del Centro
Franciscano de
Estudios y Desarrollo Regional,
Campus UCA Rosario
CUIDADO
DE LA CREACIÓN Y COMPROMISO SOCIAL
Una
mirada franciscana desde la justicia ambiental
Fragmento del Capítulo
VOCACIÓN HUMANA A SER CUSTODIOS
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