De acuerdo con
la situación en que Francisco se encuentra, su oración es una súplica.
Compartimos con ustedes la dinámica interna de su oración.
Consta de dos invocaciones y dos peticiones.
La primera invocación está ampliada con dos adjetivos, con los que Francisco reconoce que Dios es sumo y glorioso. Ante este Dios glorioso se encuentra Francisco, con el corazón envuelto en tinieblas.
Sabe que la iluminación sólo puede venirle de Dios, que es la luz. Por eso, le pide, primero, que ilumine las tinieblas de su corazón y, segundo, que le dé fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento («sensum et cognitionem», como se dice en el texto latino).
Compartimos con ustedes la dinámica interna de su oración.
Consta de dos invocaciones y dos peticiones.
La primera invocación está ampliada con dos adjetivos, con los que Francisco reconoce que Dios es sumo y glorioso. Ante este Dios glorioso se encuentra Francisco, con el corazón envuelto en tinieblas.
Sabe que la iluminación sólo puede venirle de Dios, que es la luz. Por eso, le pide, primero, que ilumine las tinieblas de su corazón y, segundo, que le dé fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento («sensum et cognitionem», como se dice en el texto latino).
Como puede
advertirse, entre la primera y la segunda petición hay una
progresión: pasa de lo negativo (tinieblas) a
lo positivo (fe, esperanza...). Después de las dos peticiones viene la
segunda invocación: Señor, más corta que la primera, y que resume las peticiones anteriores a la vez que desemboca en la frase
conclusiva: para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento.
Así pues, la
oración desarrolla una dinámica interna: ante el señorío y la alteza de Dios.
Todas las capacidades de su corazón y de su entendimiento sólo pueden provenirle de Dios, y deben conducirle a Él. Sumido en la turbación, Francisco no simplemente pide fe, esperanza y caridad, sino que toda su oración tiene como meta el ser capaz de cumplir el santo y verdadero mandamiento de Dios. Quiere percibir y reconocer la voluntad de Dios.
Todas las capacidades de su corazón y de su entendimiento sólo pueden provenirle de Dios, y deben conducirle a Él. Sumido en la turbación, Francisco no simplemente pide fe, esperanza y caridad, sino que toda su oración tiene como meta el ser capaz de cumplir el santo y verdadero mandamiento de Dios. Quiere percibir y reconocer la voluntad de Dios.
Esta oración es
muy reveladora de la manera de pensar de Francisco. Éste empieza su oración
invocando a Dios, y la concluye con el propósito de cumplir el santo
mandamiento de Dios.
Los dos polos en los que se tensa la oración son dar y cumplir: que Dios dé, para que el hombre cumpla. Esta estructura configura también otros textos de Francisco.
Los dos polos en los que se tensa la oración son dar y cumplir: que Dios dé, para que el hombre cumpla. Esta estructura configura también otros textos de Francisco.
MEDITACIÓN DE LA
ORACIÓN
Sumo, glorioso
Dios...
Por el tiempo en
que Francisco recitó esta oración, se le había vuelto todo problemático. ¿No
era suficiente con aclararse él mismo? ¿No tenía que clarificar su propia
situación, las relaciones con su padre, su futuro personal? En cambio, y aunque
está inmerso en tales circunstancias, Francisco no se mira a sí mismo, sino
contempla al Altísimo.
¿Cuántas veces
estamos pendientes de discordias y discrepancias, de problemas y trabajos por
resolver? Cuando eso nos ocurre, nos arrastramos penosamente, sin ver salida
alguna. Somos incapaces de mirar adelante, nos quedamos fijos el punto donde
estamos. En ese caso puede sernos de gran ayuda el levantar la mirada y orar
pausadamente: Altísimo. Quien así ora, reconoce: hay alguien más
grande que yo!
Glorioso: la
fe no sólo ve los sufrimientos y dolores del Crucificado.
En el fondo,
toda la tarea de nuestra vida de fe consiste en contemplar, aunados, el viernes
santo y el domingo de resurrección, en unir el domingo y los restantes días de
la semana... Si en Cristo el Crucificado resplandece la majestad, no puede
haber sólo cotidianidad, ni sólo sufrimiento, muerte y absurdo. Francisco mismo
es un ejemplo de cómo resplandece la alegría a través de la debilidad y el
sufrimiento corporal, de cómo se manifiesta la majestad de Dios en el momento
de la muerte, concediéndole morir entre cánticos.
...ilumina las
tinieblas de mi corazón...
En la
invocación, Francisco ha reconocido la majestad de Dios. En su
súplica incluye todo: la oscuridad de su corazón, su perplejidad..., el hecho
de no ver camino alguno, su inmensa agitación interior, su vacilación entre la
amargura y la dulzura.
La iluminación
no puede venir más que de Dios. Lo primero que pide Francisco es participar de
la gloria de Dios, penetrar en su luz; es lo más urgente y necesario y
transformante: cuando la luz de Dios nos ilumina, nuestra vida aparece bajo una
luz distinta, nueva.
...dame fe
recta, esperanza cierta y caridad perfecta...
Ante el
Crucifijo lleno de luz de la capillita de San Damián, Francisco se ha dado
cuenta de las tinieblas de su corazón. Éstas consisten, en el fondo, en no
poder liberarse y entregarse como se entregó el Crucificado. Por eso, pide lo que constituye y fundamenta la vida cristiana, las tres virtudes
teologales: fe, esperanza y caridad.
En la fe, el ser humano se entrega, como Abraham, al otro... En la esperanza, miro más allá de mí mismo... En la caridad, entrego mi ser más profundo y doy una respuesta personal al tú. Lo que el hombre busca es amor; el ser humano crece y se perfecciona cuando ama y es amado. Alcanza su perfección en la entrega a los otros. Esta caridad perfecta es la que pide Francisco. Y pide fe recta.
En la fe, el ser humano se entrega, como Abraham, al otro... En la esperanza, miro más allá de mí mismo... En la caridad, entrego mi ser más profundo y doy una respuesta personal al tú. Lo que el hombre busca es amor; el ser humano crece y se perfecciona cuando ama y es amado. Alcanza su perfección en la entrega a los otros. Esta caridad perfecta es la que pide Francisco. Y pide fe recta.
La súplica de
una fe recta es algo que mantiene hoy en día toda su
actualidad. Estamos expuestos a muchas opiniones. Corremos el riesgo de considerar de antemano nuestra propia opinión como la
única verdadera; y también corremos el riesgo de prestar oídos al último grito.
La petición dame fe recta puede preservarnos tanto de la
excesiva seguridad en nosotros mismos, como de ese estar a merced de la última
opinión del momento.
Durante cierto
tiempo, Francisco corrió tras ilusorias quimeras. Soñó con las armas y el
camino de la fuerza. Pero también escuchó la voz de la conciencia, y tomó un
camino diferente. Ahora, siguiendo ese camino, pide esperanza cierta,
segura, una esperanza que supera en mucho el afán de gloria y honor.
Una esperanza que se mantiene firme, pues el hombre ha puesto su punto de apoyo
en el Señor. Y el Señor es ahora su seguridad.
Francisco concretiza también la caridad, la tercera actitud objeto de su súplica, con un adjetivo calificativo:perfecta, completa.
Francisco concretiza también la caridad, la tercera actitud objeto de su súplica, con un adjetivo calificativo:perfecta, completa.
La dedicación a
los leprosos dio un vuelco total a las sensaciones y percepciones
experimentadas hasta entonces por Francisco. Cuando balbucea su oración ante el
Crucifijo, sigue todavía conmovido por aquel acontecimiento. Se asombra
pensando de dónde le vinieron las fuerzas para sobreponerse heroicamente y
abrazar a aquel leproso terriblemente desfigurado, besarlo y lavarle las llagas
purulentas. Sabe que, por sí
mismo, es incapaz de lograrlo. Para ello necesita la caridad que le oriente de
una forma nueva hacia el prójimo y le ayude a entregarse a los demás; una
caridad que vive y hace renacer. Por eso pide crecer en la caridad, y que ésta
sea cada vez más perfecta.
Francisco
mantendrá a lo largo de toda su vida lo que pide en esta época de su
conversión.
Su consolidada esperanza le permite presentarse seguro de sí mismo ante el obispo y el papa, le ayuda a hacer revivir a los pobres y enfermos; hasta en la misma hora de su muerte, irradia una esperanza llena de vida.
El Cántico del hermano Sol, que manda le canten en ese trance, es expresión de su caridad universal, perfecta: del amor a Dios, a todos los hombres, sanos y enfermos, a los pecadores y a los que perdonan, un amor que, en definitiva, abraza a todas las criaturas, transforma cielo y tierra y, precisamente por la fuerza de esa caridad perfecta, reconcilia al podestá y al obispo.
Su consolidada esperanza le permite presentarse seguro de sí mismo ante el obispo y el papa, le ayuda a hacer revivir a los pobres y enfermos; hasta en la misma hora de su muerte, irradia una esperanza llena de vida.
El Cántico del hermano Sol, que manda le canten en ese trance, es expresión de su caridad universal, perfecta: del amor a Dios, a todos los hombres, sanos y enfermos, a los pecadores y a los que perdonan, un amor que, en definitiva, abraza a todas las criaturas, transforma cielo y tierra y, precisamente por la fuerza de esa caridad perfecta, reconcilia al podestá y al obispo.
...sentido y
conocimiento, Señor...
Primero
Francisco ha pedido las virtudes básicas, las virtudes «teologales». Lo que
pide a continuación concierne más bien a sus capacidades y fuerzas anímicas.
Pide sentido y conocimiento ("sensum et
cognitionem"). Lo cual puede traducirse de modos distintos: uno el de la llave de los sentidos, de la sensibilidad. Por eso, la oración puede
traducirse: dame sensibilidad, sentido para captar tu mandamiento. Permíteme
sentir, experimentar tangiblemente qué es lo que quieres. Haz que sea sensible
a ti y a los hombres. Hazme receptivo a tu llamada y sensible a las peticiones,
muchas veces silenciosas, de los hombres. Concédeme permanecer abierto con
todos mis sentidos para comprender el sentido de mi vida.
Francisco pide poder reconocer el camino recto y comprender los planes de Dios.
Así pues, con
las palabras sentido y conocimiento se alude al hombre en su
totalidad, abarcando tanto la esfera corporal como la espiritual.
El hombre debe cumplir el mandamiento de Dios con el corazón y con la mente, con cuerpo y alma, con todas sus fuerzas. Francisco reconoce esta pobreza del ser humano, su dependencia de Dios. Por eso exclama: Señor. El recto sentido y conocimientosólo pueden venir de Dios. También respecto a las virtudes, al esfuerzo por hacer el bien, el hombre es un mendigo ante Dios, pero un mendigo que puede extender las manos con toda confianza y pedirle:
El hombre debe cumplir el mandamiento de Dios con el corazón y con la mente, con cuerpo y alma, con todas sus fuerzas. Francisco reconoce esta pobreza del ser humano, su dependencia de Dios. Por eso exclama: Señor. El recto sentido y conocimientosólo pueden venir de Dios. También respecto a las virtudes, al esfuerzo por hacer el bien, el hombre es un mendigo ante Dios, pero un mendigo que puede extender las manos con toda confianza y pedirle:
-- la
iluminación del corazón,
-- fe, esperanza y caridad,
-- sentido y conocimiento.
...para que
cumpla tu santo y verdadero mandamiento
Al final, Francisco no pide nada para sí mismo; toda su petición tiene como objetivo hacer que su proyecto de vida pueda ajustarse al mandamiento de Dios, no olvidar a Dios, no programar la vida sin tener en cuenta a Dios...
En su búsqueda, el joven Francisco lo espera todo de Dios. Se entrega a Él por entero y sólo le pide cumplir su santo y verdadero mandamiento.
Ante el
Crucifijo de San Damián, la angustia vital de Francisco se torna compasión con
el Crucificado. Hasta aquel momento había experimentado su propia oscuridad
interior, su inseguridad y angustia vital; en adelante, su sufrimiento
encuentra claramente un punto de referencia y un contenido: proseguirá su
caridad a los leprosos y la ampliará a todos, conviviendo con «gente de baja
condición y despreciada, con los pobres y débiles, y con los enfermos y
leprosos, y con los mendigos de los caminos» (1 R 9,2).
Aquella hora de San Damián, en la que reconoce que el mandamiento de su vida consiste en la compasión con el Crucificado, es para Francisco el inicio de ese camino en cuyo término se hará patente su identificación con Cristo mediante la estigmatización. En San Damián empieza el camino que conduce al monte Alverna.... (1)
(1)Comentario a las oraciones de San Francisco por Leonardo Lehmann, OFMCap. Adaptación.
Aquella hora de San Damián, en la que reconoce que el mandamiento de su vida consiste en la compasión con el Crucificado, es para Francisco el inicio de ese camino en cuyo término se hará patente su identificación con Cristo mediante la estigmatización. En San Damián empieza el camino que conduce al monte Alverna.... (1)
(1)Comentario a las oraciones de San Francisco por Leonardo Lehmann, OFMCap. Adaptación.
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