Significancia es aquello que hace que descubramos,
poco a poco, qué significamos nosotros para Dios. Y evidentemente, lo que Dios significa para
nosotros. Así nos percatamos de que no estamos solos en el mundo. La palabra es
“significancia” y no “significado”. En la significancia tenemos oportunidad de
mantener una tensión equilibrada entre Dios y nuestro “ego”, por la que
descubrimos nuestro verdadero destino y significancia en el plan de Dios.
Para ser plenos, tenemos que corresponder a la imagen particular que Dios imprimió en nuestro corazón. Tenemos que ser la expresión verdadera del plan que Dios concibió para cada uno de nosotros. Esta es una tarea para toda la vida, en la que es importante saber siempre dónde estamos y qué próximos pasos tendremos que dar.
Es importante tener en cuenta que estamos hablando de
la relación del “yo” con el arquetipo de Dios, es decir, con Dios como lo
descubrimos en nuestra interioridad. Dios es un ser en sí mismo, que no depende
de mí ni de nadie para existir. Pero yo lo encuentro en la medida limitada de
mi capacidad. Decían los antiguos: “Todo se recibe según la medida del
recipiente”, es decir, de quien recibe.
Yo me relaciono con la persona de Dios
en la misma medida en que acojo y desarrollo toda mi capacidad de acoger y
vivir a Dios, que es el arquetipo”. De ahí la importancia de trabajar nuestra
interioridad, haciendo crecer la presencia del Señor en su criatura,
dejando que nuestro “yo” sea cada vez
más adorador del Altísimo.
Yo encuentro a Dios dentro de mí, pero Él no está
solamente allí, ni por eso es algo mío: un objeto del que puedo disponer o una
fuerza que yo tengo. Al contrario, yo soy una criatura suya. Esto no me
disminuye, es toda mi riqueza, porque Él me creó con amor al mismo tiempo
infinito (pues se dio por entero) y en particular, pues me ama como si fuera
único. Ser criatura es poder generar energía con Dios en la otra punta. La
gracia y la naturaleza son los polos de esa energía.
Somos como instrumentos musicales, si estamos afinados
con Dios, todo cuanto ÉL toque resonará en nosotros. Y todo lo que nosotros
toquemos tendrá su resonancia en Dios. Y
así se va realizando la gran armonía de la alabanza universal. Una alabanza que
nos realiza… …
En San Francisco encontramos la otra parte de la
oración: “¿Quién sois vos, Señor? El Altísimo, el Santísimo, el Todopoderoso, el Todo Bien”. Pero
una vez narró a los hermanos: “He suplicado al Señor que se digne
manifestar cuándo soy su siervo y cuándo no. Pues no querría otra cosa que ser
su siervo. Y el Señor, benignísimo se
dignó responderme: Conocerás que eres en verdad mi siervo si piensas, hablas y
obras santamente” (EP 74. BAC-F 753). Santamente quiere decir
completamente de acuerdo con el único santo, que es DIOS.
A
partir de aquí tiene sentido nuestra preocupación por la justicia, porque DIOS
es el parámetro de nuestra justicia y no nosotros. El encuentro con la
significancia no sirve tan solo para dar un paso adelante. También retrocede,
constituyendo esto una de las mayores fuerzas para autenticarnos. Con ÉL
nuestra existencia adquiere la dimensión de lo infinito.
Editado por: Marina Fiorino Sierra
Fuente bibliográfica: José Carlos Corrêa Pedroso. “LOS
OJOS DEL ESPÍRITU”. Itinerario de formación a la contemplación en la escuela de
Francisco y Clara de Asís.
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