Cayó la noche sobre el
mundo,
la creación fue envuelta en
la sombra;
el Seráfico Padre Francisco
su vida concluye sereno.
¡Cuánta fuerza revela en su
rostro!
¡Cuánta fe desde el alma
segura!
¡Cuán grande el incendio que
quema
con ardientes llamas sus
dulces entrañas!
Lo rodean sus hijos devotos,
y le imploran con voz
sollozante:
“¿Por qué debes; Pastor
bienamado.
tu rebaño dejar para
siempre?”
Elevando la vista a lo alto,
mansamente extiende su
diestra:
“Os colme cual providente
rocío
abundante la gracia divina”.
“De todos aleje el pecado,
en los corazones alimente el
amor,
en las almas reavive la luz
que esplendente conduce a la
meta”.
La voz se apaga en sus
labios,
el cielo arrebata su
espíritu,
su rostro revela, radiante,
la perfecta alegría celeste.
Gloria al Padre y al Hijo
cantemos,
y al Espíritu Consolador;
Trinidad sempiterna y beata
que enaltece a los pobres en
el cielo. Amén
Principales Devociones Franciscanas
Libro Franciscano de Oración
Editado por: Marina Fiorino Sierra
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