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Francisco es un pastor y un pastoralista, un
misionero activo y un pensador profundo, “un maestro de pastoral”.
1. La mística: la dulce alegría de
evangelizar. El título orienta la
mirada a la alegría que provoca la Buena Nueva. No acentúa el Evangelio de la
alegría sino la alegría que provoca el Evangelio. La alegría del discípulo nace de la fe en la
Buena Noticia del amor de Dios en Jesucristo. “Conocer a Jesús es el mejor
regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo
mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y
obras es nuestro gozo” (A 29).
2. Una eclesiología en la huella del Concilio
y de Pablo VI. Francisco quiere una Iglesia misio-céntrica. Expone una eclesiología
pastoral porque “la Iglesia existe para evangelizar” (EN 14). El primer capítulo
analiza “la transformación misionera de la Iglesia” con expresiones novedosas
(EG 19-51). “Una Iglesia en salida” (EG 20-24) se centra en Cristo y el hombre.
“El discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que
convoca y envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales”. Francisco emplea mucho las imágenes
femeninas de la Iglesia: esposa, madre, viuda. La casa de la Madre es como un
hospital de campaña después de la batalla que recoge, alivia y cuida a los
hijos heridos en la vida y en la fe.[1] Las metáforas referidas a
la Iglesia como madre, casa y hospital son elocuentes. Con el soporte de su
eclesiología pastoral y el impulso de la espiritualidad misionera Francisco
desea realizar la reforma de la Iglesia soñada por el Concilio Vaticano II.
3. El influjo pastoral universal de Aparecida. El primer Papa sureño y latinoamericano, con tonada
argentina y porteña, representa de una forma singular el corazón, el rostro y
el camino de la Iglesia latinoamericana. La novedad de su pontificado está
relacionada con la novedad de Aparecida.[2] Hay una íntima relación
entre Aparecida y Francisco.[3] El mundo observó ese
vínculo espiritual, afectivo y pastoral el 24 de julio de 2013, cuando Francisco peregrinó desde Río al santuario de Nuestra
Señora de la Concepción Aparecida para visitar a la Madre de Dios, donde estuvo en 2007. Francisco emplea muchas veces el
sustantivo atracción y el verbo atraer porque “la Iglesia no crece por
proselitismo sino ‘por atracción’” (EG 14, 131; A 159).
La misión es,
sobre todo, obra de la atracción de Dios en Cristo por el Espíritu, María y la
Iglesia. La evangelización no es cruzada, ni marketing, ni proselitismo. Surge
de la primera bondad de Dios y la sorpresa del éxodo misionero de la Iglesia (EG 24). El camino de Dios es
la belleza de la atracción del amor. El texto insiste en que Dios nos
primerea con la iniciativa de su misericordia (EG 24) y destaca el primado de
su gracia en el anuncio del Evangelio (EG 12, 112). Francisco expresa la revolución de la ternura de
Dios que comenzó con la Encarnación de su Hijo, Jesús. En sus mensajes
navideños en Buenos Aires afirmaba, contemplando la imagen del Niño, que Dios
es ternura.
4.
La dimensión social de la evangelización. El Santo Padre afirma que muchas cuestiones graves
de la Iglesia y del mundo deben ser aún profundizadas y que no es su función
dar una palabra definitiva o completa sobre todas (EG 16), ni hacer análisis
detallados sobre la realidad actual (EG 51) y por eso dice que, como tal, él no
tiene “el monopolio en la interpretación de la realidad social” (EG 184). Al contrario,
citando la carta de Pablo VI de 1971, mueve a las comunidades cristianas
locales a discernir desde el Evangelio las desafíos y a transformar las nuevas
realidades (EG 108).
5. La
teología argentina en la síntesis pastoral de Francisco. Las novedades de la exhortación son innumerables
en los planos del pensamiento el lenguaje y la acción. En línea con lo presentado
por Juan Carlos Scannone, afirma Galli, que el Papa asume y enriquece muchos aportes
de la teología bíblica, hermenéutica, moral, pastoral, histórica, espiritual,
cultural y social gestada en la comunidad teológica argentina. En el siglo XX
la teología católica fue pensada, dicha y escrita en latín y, luego, en
francés, alemán, italiano e inglés. Con este patrimonio común el siglo XXI
puede recibir el humilde aporte de una teología pensada, dicha y escrita en
castellano y con tonada argentina. De este modo, la incipiente pero promisoria
teología argentina, hasta ahora
marginada en aulas y libros europeos, puede comenzar a ser conocida,
reconocida, discutida y aprovechada. Éste es un kairós para conocer la
reflexión teológica argentina que nutre el pensar de Francisco.
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