Camino al 35°Aniversario de la Proclamación de San
Francisco de Asís, Patrono de la Ecología (1979-2014)
VOCACION HUMANA A SER CUSTODIOS
(Segunda Entrega)
Lic. Fray Luis Antonio Scozzina ofm
Director del CEFEDER
UCA ROSARIO
II.
Dimensión antropológica: El cuidado como modo de ser.
El Papa Francisco incorpora a
la visión ambiental del magisterio la categoría del “cuidado” como dimensión
del ser y por lo tanto, como una dimensión antropológica constitutiva del ser
humano.
El cuidado es aún algo más que
un acto, es una actitud, es un modo de concebir lo humano en una integración
vital con el “homo faber”. El filósofo que mejor vio la importancia esencial
del cuidado, Martín Heidegger, en su famoso “Ser y Tiempo”: Desde el punto de vista
existencial, el cuidado se halla en
el a priori, antes de toda actitud y situación de lo humano, lo que siempre
significa decir que ella se halla en toda actitud y situación de hecho. Quiere
decir, el cuidado se encuentra en la raíz primera del ser humano, antes que el
haga cualquier cosa… Significa reconocer el cuidado como modo-de-ser esencial,
siempre presente e irreducible a otra realidad anterior.
Es una dimensión frontal,
originaria, ontológica, imposible de ser totalmente desvirtuada. “Un modo-de-ser no es un nuevo ser. Es una
manera que el propio ser se estructura y se da a conocer. El cuidado entra en
la naturaleza constitutiva del ser humano. El modo-de-ser cuidado revela de
manera concreta como es el ser humano.”
“Sin el cuidado, el deja de ser humano…. El cuidado debe ser
entendido en la línea de la esencia humana (que responde a la pregunta: ¿qué es
ser humano?. En palabras de Martín Heidegger: cuidado significa un fenómeno ontológico-existencial”
Traduciendo: un fenómeno que es la base posibilitadora de la existencia humana
en cuanto humana”[1]
“El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del
Edén, para que lo cultivara y lo cuidara”
(Gn. 2,15). Este texto del Libro de Génesis nos permite recuperar una visión
bíblica que estuvo reducida a la visión de dominar y someter la tierra de
Génesis 1,26-28 propia de buena parte de la teología de la creación.
En estas últimas décadas crece
seminalmente un nuevo paradigma de la re-ligación, de re-encantamiento por la
naturaleza y de compasión por los que sufren, se inaugura una nueva ternura para con la vida y un sentimiento
auténtico de pertenencia amorosa a
2. Dos modos de ser en el mundo: el trabajo y el cuidado.
La supremacía de la visión
antropológica del hombre como artífice de la acción y de la transformación del
mundo y como modo de ser en el mundo por el trabajo se da en la forma de
interacción y de intervención. En el ser humano, el trabajo se transforma en un
modo de ser consciente y asume el carácter de proyecto de una estrategia con
sus tácticas de plasmación de sí mismo y en la naturaleza.
El otro modo de ser-en-el-mundo
se realiza por el cuidado. El cuidado no se opone al trabajo más le confiere
una tonalidad diferente. Por cuidado no vemos la naturaleza y todo en lo que
ella existe como objetos. La relación no es sujeto-objeto, más sujeto-sujeto.
Experimentamos los seres como sujetos, como valores, como símbolos que remiten
a una realidad fontal. La naturaleza no es muda. Habla y evoca. Emite mensajes
de grandeza, belleza, perplejidad y fuerza. El ser humano puede escrutrar e
interpretar esas señales.
En
el Mensaje de la
Jornada Mundial por la paz de 2014[3], el Papa Francisco resalta la necesidad de que el hombre
contemporáneo redescubra la actitud de cuidado y respeto de lo creado, cuando
afirma: “La familia humana ha recibido
del Creador un don en común: la naturaleza. La visión cristiana de la creación
conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones en la
naturaleza para sacar provecho de ello, a condición de obrar responsablemente,
es decir, acatando aquella “gramática” que está inscrita en ella y usando
sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la belleza, la
finalidad y la utilidad de todos los seres vivos y su función en el ecosistema.
En definitiva, la naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos
llamados a administrarla responsablemente.
En cambio, a menudo nos dejamos
llevar por la codicia, por la soberbia del dominar, del tener, del manipular,
del explotar; no custodiamos la naturaleza, no la respetamos, no la
consideramos un don gratuito que tenemos
que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones
futuras”.
Siguiendo la intuición de San
Francisco[4] el hombre se coloca a los pies de las cosas, junto a ellas
y con ellas se siente unido. No existe, co-existe con todos los otros seres. La
relación no es de dominio, de estar sobre, más bien de con-vivencia. No es pura
intervención, más inter-acción y comunión. Cuidar es entrar en sintonía con,
auscultarles el ritmo y afinarse con ellas. La razón analítico-instrumental
abre camino para la razón cordial, el espíritu de delicadeza, el sentimiento
profundo. La centralidad no está más ocupada por logos razón, más (que) por el pathos
sentimiento.
“…Dar
centralidad al cuidado no significa dejar de trabajar y de intervenir al mundo.
Significa renunciar a la voluntad de poder que reduce todo a los objetos,
desconectados de la subjetividad humana. Significa recusarse a todo despotismo
y a toda dominación. Significa
imponer límites a la obsesión por la eficacia a cualquier costo. Significa
derrumbar la dictadura de la racionalidad fría
y abstracta para dar lugar al cuidado. Significa organizar el trabajo en
sintonía con la naturaleza, sus ritmos y sus indicaciones. Significa respetar
la comunión que todas las cosas entretejen entre sí y con nosotros.
Significa colocarse junto y al pie de cada cosa que queremos
transformar para que ella no sufra, no sea desenraizada de su hábitat y pueda
mantener las condiciones de desenvolverse y co-evolucionar junto con sus
ecosistemas y con la propia tierra. Significa captar la presencia del Espíritu
para que más allá de nuestros límites
humanos, en el universo, en las plantas, en los organismos vivos,….portadores
también de sentimientos, de lenguajes y de hábitos culturales semejantes a los
nuestros.”[5]
Editado por: Marina Fiorino Sierra
[1] Leonardo Boff,
Saber cuidar. Etica de lo humano – compasión por la tierra., Ed. Vozes,
Petrópolis 2011, 33-34
[2] Leonardo Boff,
Saber cuidar Etica de lo humano – compasión por la tierra., Ed. Vozes,
Petrópolis 2011
[4] San Francisco de Asís, Saludos a las virtudes,16-18 dice: “y está sujeto y sometido a todos los hombre que hay en el mundo; y
no sólo a los hombres, sino también a todas las bestias y fieras para que, en
cuanto les sea dado de lo alto por el Señor, puedan hacer de él lo que quieran”
[5] Cf. Boff, L.
Saber cuidar, Cf. 96-103