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lunes, 16 de junio de 2014

Respuestas católicas a la Ecología

La preocupación de los católicos por el ambiente fue consolidada en el Mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz de 1990. 
Tan grande fue el impacto de este documento que puso fin al debate, que si los católicos deben estar preocupados por el medio ambiente, cambiando la discusión a cómo los católicos deben expresar su cuidado por la Creación. 
Aunque la mayoría de los ambientalistas más convencionales apuntan a un crecimiento industrial desenfrenado y en  las decisiones erradas de la política pública, como agentes de nuestras crisis ecológicas, Juan Pablo II desafíó a todos los pueblos a reconocer una causa más profunda de estos males: el pecado, el egoísmo y la falta de respeto por la vida. Sostuvo que muchas de nuestras crisis ecológicas se originan a partir de nuestra comprensión desordenada de lo que significa ser  seres humanos en relación con Dios, con nuestros semejantes y con la creación.
 Juan Pablo II había instado a una mayor apertura a los valores del Evangelio como un medio para tomar decisiones ecológicamente sensatas. También describió los deberes éticos de los individuos y de las instituciones a todos los niveles: para las naciones del mundo cooperar  a nivel internacional en la gestión de los bienes de la tierra; a cada nación, cuidar de sus propios ciudadanos; y para cada individuo, de llevar un camino de formación en la responsabilidad ecológica hacia sí mismos, hacia los otros y hacia la tierra. Por último, recordó a los católicos “la seria obligación de cuidar toda la creación”, que expresa “la esperanza de que la inspiración de San Francisco nos ayude a conservar siempre vivo el sentido de “fraternidad” con todas las cosas, que Dios omnipotente ha creado.”
En los últimos años de su vida, Juan Pablo II, vinculó de manera más explícita la preocupación ecológica con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, afirmando que la prosperidad humana era de tan vital importancia como el florecimiento biológico y físico de la creación. El “grito de la tierra” no puede estar separado del “grito de los pobres”. Su continua afirmación de la importancia del principio de “solidaridad”, con el reconocimiento ineludible de la interdependencia humana, demostró la compatibilidad tanto con la visión de Francisco como con aquella de una conciencia ecológica más amplia.
La atención a la ecología humana ha sido uno de los temas centrales de la enseñanza de Benedicto XVI. Él escribió: “La Iglesia tiene una responsabilidad con respecto a la creación y debe hacer valer esta responsabilidad en la esfera pública. Al hacerlo, no solo debe defender la tierra, sino que también el agua, el aire, como dones de la creación que pertenecen a todos.  Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo” (Caritas in Veritate n.51).También señaló que: “además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar “humana”, y que a su vez requiere una “ecología social”. Esto comporta que la humanidad, si tiene verdadero interés por la paz, debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural, es decir el respeto por la naturaleza y la ecología humana. La experiencia demuestra que toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia humana y viceversa. Cada vez se ve más claramente un nexo inseparable entre la paz con la creación y la paz entre los hombres “(Mensaje por la Jornada mundial de la Paz, 2007, n.8).
La preocupación de los católicos por el cuidado de la Creación ha continuado con el Papa Francisco. Ha señalado que “no es solo algo que Dios habló en los albores de la historia”, sino más bien algo que Dios “ha confiado a cada uno de nosotros como parte de su plan”.
El Papa Francisco también ha hablado de encontrar, en su homónimo, una continua inspiración ecológica: “Me ayuda a pensar en el nombre de Francisco, que nos enseña un profundo respeto por toda la Creación y la necesidad de protección por el medio ambiente, que con demasiada frecuencia, en lugar de ser utilizado para el bien común, lo explotamos en detrimento de los demás”. Claramente el Papa Francisco, como también sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, detecta claramente el fracaso moral en el corazón de la crisis ambiental y nos advierte que esa ceguera moral, si no se corrige, será de un gran costo: “Siempre que no somos capaces de cuidar de  la Creación, de nuestros hermanos y de nuestras hermanas, abriremos el camino a la destrucción y nuestros corazones se endurecerán.”

Editó: Marina Fiorino Sierra

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