35°Aniversario
de la Proclamación de San Francisco de Asís, Patrono de la Ecología
(19979-2014)
Lic.
Fray Luis Antonio Scozzina ofm
Director del
CEFEDER
UCA ROSARIO
Introducción
Desde
la visión franciscana de la justicia ambiental quisiera ofrecer una
interpretación del ministerio petrino del Papa Francisco desde su paradigmática
homilía al iniciar su pontificado. Brevemente recorro la evolución del
magisterio en la comprensión de la crisis ambiental y de la visión del
magisterio latinoamericano que en
Aparecida asume como nueva categoría existencial la visión franciscana del
“cuidado y reverencia de lo creado”
La homilía
inaugural del Papa de su ministerio petrino nos permite percibir la nueva
categoría de “cuidado” que propone en su magisterio desde la dimensión social
de la Evangelización
del capítulo IV de Evangelii Gaudium (177-216)[1].
Finalmente consideramos algunas “palabras y gestos” como signos proféticos
del ministerio papal.
La misión de San
José como custodio de la familia de Nazaret sugiere una doble dimensión: por un
lado, la vocación humana de custodiar y por otro, que el cuidado de la creación
comprende el cuidado de toda la humanidad, especialmente la más vulnerable.
“Pero la vocación de custodiar no sólo
nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede
y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la
creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y
como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las
criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente,
el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños,
los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia
de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se
guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el
tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir
con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza,
en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del
hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los
dones de Dios”[2].
Para comprender
mejor la originalidad del planteo del Papa Francisco y descubrir la continuidad
y el crecimiento del magisterio eclesial en su misión evangelizadora, retomamos
algunas de las intervenciones más significativas del magisterio pontificio y
latinoamericano en las últimas décadas.
II.
Mirada de la enseñanza social de la Iglesia
El
magisterio papal ha manifestado, en las últimas décadas, una creciente
preocupación por la cuestión ambiental y por el cuidado de la creación. Desde
Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI
se ha profundizado la cuestión social desde la relación existente entre
la dignidad humana, el desarrollo sostenible y el cuidado del medio ambiente.
Los Pontífices son más conscientes de la dimensión global del problema, sus
vínculos con la pobreza y la necesidad de dar una respuesta, tanto mundial como
local.
Hagamos un breve
recorrido de sus posturas:
a)
PABLO VI en la Conferencia de Estocolmo del año 1972 expresaba
su visión de un mundo en el que nuestra
interdependencia medioambiental
entendida “como responsabilidad
conjunta, y el destino común como solidaridad’[3];
donde los bienes de la tierra sean compartidos entre todos; donde se respete
y cuide todo lo creado, por el bien común de las generaciones futuras.
b)
JUAN PABLO II
en el mensaje para la
Jornada Mundial de la
Paz del año 1990 profundiza la visión ambiental analizando
que la causa fundamental del actual problema ecológico radica en el estilo de
vida de una sociedad hedonista y consumista que destruye no sólo la naturaleza
sino también, afecta la vida de las personas y de los pueblos. Al respecto
afirmaba: “La sociedad actual no hallará
una solución al problema ecológico si no revisa seriamente su estilo de vida.
En muchas partes del mundo esta misma sociedad se inclina al hedonismo y al
consumismo, pero permanece indiferente a los daños que éstos causan… Si falta
el sentido del valor de la persona y de la vida humana, auméntale desinterés
por los demás y por la tierra. La austeridad, la templanza, la autodisciplina y
el espíritu de sacrificio deben conformar la vida de cada día a fin de que la
mayoría no tenga que sufrir las consecuencias de la negligencia de unos pocos”.[4]
En la
audiencia del 17 de enero de 2001, después de la proclamación de la Carta de la Tierra por parte de ONU, el
mismo Juan Pablo II, hace un fuerte llamado sobre la necesidad de una verdadera conversión
ecológica; recordando el empeño que todos tenemos por alejar la
catástrofe ecológica.
El
Papa dice, que “el ser humano, de
ministro del Creador ha pasado a ser un déspota autónomo de la creación. No
sólo está en juego una ecología física atenta a cuidar del hábitat de los
diferentes seres vivientes, sino también una ecología humana que haga más digna
la existencia de las criaturas, protegiendo el bien fundamental de la vida en
todas sus manifestaciones y preparando a las futuras generaciones un ambiente
más cercano al proyecto del Creador."
Al
hablar de conversión ecológica incorpora la exigencia de una ética ambiental
para vivir la fidelidad a la misión de los cristianos en el mundo. Al mismo
tiempo, pone en cuestión la aceptación ingenua de muchos creyentes al modelo y
estilo de vida que ofrece la sociedad del consumo y del bienestar.
Conversión
ecológica que implica una ecología humana donde el modo de pensar y de vivir
estén en consonancia con los valores de solidaridad, frugalidad y
austeridad en el uso de los bienes
creados.
En la
declaración conjunta
del Papa Juan Pablo II y el Patriarca Ecuménico Bartholomew I (2002);
manifiesta la necesidad de una visión ecuménica e interreligiosa de la cuestión
ambiental: “Necesitamos un nuevo enfoque
y una nueva cultura, cuyo centro sea la persona, con todo lo creado e inspirada
por una conducta ética y medioambiental, derivada de nuestra relación con Dios,
con nosotros mismos y con la creación. Con semejante ética se fomenta la
interdependencia y se potencian los principios de la solidaridad universal, la
justicia social y la responsabilidad, con el fin de promover una verdadera
cultura de la vida”.
c) En el Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia
(CDSI 451-487), del año 2004 el magisterio aborda de modo sistemático la
cuestión ambiental bajo el título: “Salvaguardar
el medio ambiente”. Allí desarrolla los fundamentos bíblicos; la visión con
respecto al uso de la tierra, y al desarrollo de la ciencia y de la técnica.
Fundamenta el origen de la crisis en la relación entre el hombre y el medio
ambiente; y por último, hace una llamado a la responsabilidad ética común y
como desafío para toda la humanidad.
d) BENEDICTO XVI en Exhortación
apostólica “Sacramentun caritatis” desarrolla el vínculo entre historia
salvífica y creación: “…en la relación entre la Eucaristía y el
universo descubrimos la unidad del plan de Dios y se nos invita a descubrir la
relación profunda entre la creación y la “nueva creación”, inaugurada con la
resurrección de Cristo, nuevo Adán. En ella participamos ya desde ahora en virtud
del Bautismo, y así se le abre a nuestra vida cristiana, alimentada por la Eucaristía , la
perspectiva del mundo nuevo, del nuevo cielo y de la nueva tierra, donde la
nueva Jerusalén baja del cielo, desde Dios “ataviada como una novia que se
adorna para su esposo”[5]
El Papa, en Caritas
in Veritate[6] insistió en la búsqueda de un
desarrollo humano integral, profundiza la necesidad de un cambio en el modelo
de desarrollo actual para proponer un desarrollo humano integral. Por ello
afirma que "la protección del
ambiente, la tutela de los recursos y del clima exigen que los responsables
internacionales actúan conjuntamente en el respeto de la ley y de la
solidaridad, sobre todo en las relaciones de las regiones más débiles de la
tierra. Juntos podemos construir un desarrollo humano integral a beneficio de
los pueblos, presentes y futuros, un desarrollo inspirado en los valores de la
caridad y la verdad".
"Es
indispensable convertir el actual modelo de desarrollo global hacia una más
grande y compartida responsabilidad ante lo creado: lo exige no solo las
emergencias ambientales, sino también el escándalo del hambre y la
miseria".[7]
La conversión ecológica que Juan Pablo II
proponía como un cambio de estilo de vida, es decir, pasar de un estilo de vida
consumista a un estilo marcado por la sobriedad y la moderación en el uso y
consumo; con Benedicto XVI se profundiza la dimensión de la conversión
ecológica. Exige además, un cambio del modelo de desarrollo, donde es necesario
“convertir el actual modelo de desarrollo” para “construir un desarrollo humano
integral a beneficio de los pueblos, presentes y futuros...”
e) Visión del Documento de
Aparecida (2007) [8]
Los
Obispos latinoamericanos recogen la herencia cultural de los pueblos
originarios de respeto y veneración por
la madre tierra y la lucha por la justicia social y la redistribución de la
tierra como bien común. Además, asumen la categoría existencial y tan
determinante de la antropología latinoamericana del “estar” en… de ser en
relación con todos los seres vivientes…
“Con los pueblos
originarios de América, alabamos al Señor que creó el universo como espacio
para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó como
signo de su bondad y de su belleza. También la creación es manifestación del
amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la
transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado
una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuántas maneras
el hombre amenaza y aún destruye su ‘hábitat’. “Nuestra hermana la madre
tierra” es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres
humanos y con toda la creación. Desatender las mutuas relaciones y el
equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, es una
ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra
la vida. El discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe
contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el
Creador”. (DA 125)
La misión de los discípulos misioneros y de
todos los hombres de buena voluntad, es recuperar la dimensión contemplativa de
la vida, la mirada de cuidado y veneración por sobre la visión productivista y
extrativista que nos impone un modelo de desarrollo extraño al sentir de los
pueblos y al proyecto de Dios sobre la creación. “Como
discípulos de Jesús, nos sentimos invitados a dar gracias por el don de la
creación, reflejo de la sabiduría y belleza del Logos creador. En el designio
maravilloso de Dios, el hombre y la mujer están llamados a vivir en comunión
con Él, en comunión entre ellos y con toda la creación. El Dios de la vida
encomendó al ser humano su obra creadora para que “la cultivara y la guardara”
(Gn 2, 15). Jesús conocía bien la preocupación del Padre por las criaturas que
Él alimenta (cf. Lc 12, 24) y embellece (cf. Lc 12, 27). Y, mientras andaba por
los caminos de su tierra, no sólo se detenía a contemplar la hermosura de la
naturaleza, sino que invitaba a sus discípulos a reconocer el mensaje escondido
en las cosas (cf. Lc 12, 24-27; Jn 4, 35). Las criaturas del Padre le dan
gloria “con su sola existencia”, y, por eso, el ser humano debe hacer uso de
ellas con cuidado y delicadeza”.(DA
470)
Para
encontrar caminos alternativos a los graves desafíos que origina el modelo de
desarrollo extractivista vigente en nuestro continente me parece oportuno
recuperar algunas de las orientaciones que la Iglesia latinoamericana
como modo de acompañar una pastoral ambiental:
“a)
Evangelizar a nuestros pueblos para descubrir el don de la creación, sabiéndola
contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del
planeta, a fin de ejercitar
responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los recursos, para que
pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educando para un
estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias.
b)
Profundizar la presencia pastoral en las poblaciones más frágiles y amenazadas
por el desarrollo depredatorio, y apoyarlas en sus esfuerzos para lograr una
equitativa distribución de la tierra, del agua y de los espacios urbanos.
c)
Buscar un modelo de desarrollo alternativo[9],
integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por
una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de
la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere
la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los
poderes económicos y tecnológicos. Por tanto, alentar a nuestros campesinos a
que se organicen de tal manera que puedan lograr su justo reclamo.
d)
Empeñar nuestros esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y
participaciones ciudadanas que garanticen la protección, conservación y
restauración de la naturaleza.
e)
Determinar medidas de monitoreo y control social sobre la aplicación en los
países de los estándares ambientales internacionales.” [10]
[1] Papa Francisco, Exhortación
Apostólica “Evangelii Gaudium(EG) sobre El
anuncio del Evangelio en el mundo actual, Roma 2013
[2] Papa Francisco,
Homilía comienzo Ministerio petrino,
Solemnidad de San José 2013
[4] Juan Pablo II,
Mensaje para la XXIII
Jornada Mundial de la
Paz , 1990
[7] Benedicto XVI,
mensaje de agosto de 2009 (Cf. Carta encíclica Caritas in veritate, 2009. n°43-52)
[9] Pablo VI, Populorum Progresio 20, “[El
verdadero desarrollo] es el paso, para todos y cada uno, de unas condiciones de
vida menos humanas a condiciones más humanas”.
Nota Editorial: Primera parte de “VOCACIÓN HUMANA A SER
CUSTODIOS”. Las cinco entregas restantes se publicarán semanalmente.
Editado por Marina F. Sierra
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